martes, 17 de junio de 2014

El Führer Adolf Hitler

El Führer Adolf Hitler, un gran Pensador Hitler el Hombre (León Degrelle) ¿Hitler estrechó las manos con el héroe Olimpico Jesse Owens en 1936?

 ADOLF HITLER NATALICIO


 La conducción es un don otorgado por nuestro Dios. No se puede aprender, no se puede inculcar por educación y la práctica. El liderazgo se halla profundamente en la esencia de su portador, ¡está en la sangre!. El verdadero Führer es siempre modesto, no se viste con trajes centelleantes. No hace ostentación ni se vanagloria. Como todo lo grande en el mundo es del todo sencillo y llano, así también el liderazgo carece de superficialidades y oropeles. El que utiliza efectismo externo y presume de Führer (conductor) es siempre un Verführer (seductor), que trata de cubrir su vacuidad con paño de color y joyas fulgurantes. El verdadero Führer no se sirve de frases tornasoladas, que ascienden como pompas de jabón iridiscentes y estallan al menor soplo de viento. El que ama el tintineo altisonante de las palabras no tiene nada que decir y quiere esconder detrás su ignorancia e incapacidad, tal como el judío esconde detrás del cebo barato e hipócrita, las trampas de su engaño. El verdadero Führer es natural y llano. El reconocimiento y la gloria de todo un mundo pueden amontonarse alrededor suyo, pero él sigue siendo fiel a sí mismo. El que embriagado y cegado por la alabanza de la muchedumbre levanta una reja de presunción alrededor suyo y se aísla en fría inaccesibilidad de los seguidores, tampoco él es un Führer, sino un seductor, para quien los seres humanos sólo valen mientras lo llevan sobre sus hombros alto y más alto. Cuando ya no tiene que esperar una gloria mayor les da un puntapié. ¡El verdadero Führer vive como ejemplo!. El vivir ejemplarmente es mucho más difícil que el morir como ejemplo en la embriaguez de la victoria de las columnas en asalto. El morir como ejemplo dura sólo un momento, el vivir como ejemplo se extiende por sobre años y decenios y genera eternamente una riqueza única. El verdadero Führer no exige nada de sus seguidores que él no esté en todo momento dispuesto y capacitado para hacer. No ha sido designado por el destino como Führer el que goza con avidez de exquisitos alimentos mientras los hombres buscan vanamente un pedazo de pan; no es un Führer el que se despereza sobre blandos almohadones de plumas mientras sus seguidores tratan vanamente de encontrar un poco de paja para su lecho y tampoco es Führer el que protege sus manos con guantes de piel mientras sus partidarios tienen que sufrir el frío. El verdadero Führer no sólo vive el ejemplo en el Frente. El que prohibe a sus hombres beber en una taberna dudosa y secretamente visita justamente esta taberna y allí se embriaga, no ha entendido nada del liderazgo. No puede extrañarse cuando detrás de sus espaldas se murmura y protesta, cuando la confianza poco a poco se va desmoronando. La confianza es el fundamento más potente para que actúen provechosamente, en común, la conducción y los conducidos. Donde no existe, se difunde la “obediencia del cadáver", se anida el temor ante el castigo y, en último término, los hombres sólo obedecen las órdenes porque temen el castigo. El verdadero Führer apela siempre a las buenas cualidades de sus seguidores, al Sentimiento del Honor, a la Lealtad, a la Fe, al Amor por el Pueblo y la Patria, a la aptitud para el Sacrificio. Él sabe mantener en permanente movimiento estas grandes cualidades y orientarlas hacia los altos fines de la resurrección nacional. El falso Führer apela a los bajos instintos de los seres humanos, la codicia, el goce, la envidia; hace promesas para mantener a los seguidores mientras lo considera conveniente en interés de su propia vida holgada y la de su cenáculo. El verdadero Führer se dirige al sentimiento de sus fieles, levanta un puente de corazón a corazón, y millones de corazones laten creyentes por él, inquebrantables en la confianza.
El falso Führer se dirige al intelecto frío, calculador y "sutil". Sólo sobre esta base tiene detrás suyo a la gente, para perderla rápidamente cuando no cumple las esperanzas calculadas por la misma. El verdadero Führer señala a sus seguidores el camino y la meta, que él sólo merced a su liderazgo otorgado por nuestro Dios es capaz de reconocer. Ve su misión nunca terminada en la conservación y la afirmación de sus seguidores, en el acrecentamiento y la evolución hacia arriba de sus virtudes, la ve en el ideal de preparar a su pueblo la eternidad. El verdadero Führer está firme cual una roca en el oleaje. Las olas y el viento no le pueden hacer daño. El verdadero Führer siente muy íntimamente el latido del corazón de sus seguidores y los escucha, sintiéndose uno con ellos. Ese Führer es Adolf Hitler. Seguirlo ha de constituir la más sagrada obligación y el mayor orgullo de todo Nacionalsocialista. En estricto rigor doctrinario, el NacionalSocialismo es una conducción. El Führer conduce al pueblo, se adelanta a este y le muestra el camino a seguir. Toma todas sus decisiones y ejecuta todas sus acciones en beneficio del pueblo constituido en comunidad. Por esta razón, se concentran en las manos del Führer los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, transformándose el Estado en sus manos en un mero instrumento de la conducción, perdiendo su calidad de ente omnipotente que puede oponerse a la comunidad. Este Estado ya no esta para garantizar únicamente los derechos individuales en contra de la Comunidad, como sucede en un estado liberal, es sólo un instrumento al servicio del pueblo y existe únicamente para garantizar la vida, el desarrollo y la estabilidad de la Comunidad del Pueblo. De esta forma el NacionalSocialismo descarta el individualismo y el parlamentarismo por atentar ambos en contra de la conducción y de la integridad de la Comunidad del Pueblo.
¡Sieg Heil! ¡Sieg Heil! ¡ Sieg Heil!. El NacionalSocialismo avanza.
Hitler el Hombre (León Degrelle) Hoy, para satisfacer a casi todo el mundo, debe proclamarse que Hitler fué un "tarado", atiborrado de pastillas, que se lanzaba sobre las alfombras para devorarlas a dentellada limpia y que, además de todo eso, por otra parte, era un inútil que no servía para nada. Bien; no me puedo retener... Tengo que manifestar lo que vi: Hitler era un genio brillantísimo. Estaba abatido, ciertamente.
Mostraba la palidez de quien, desde 1939 debía soportar todo un mundo a cuestas. Más en su cuerpo era fuerte y su figura reflejaba la potencia deslumbrante de su espíritu. Al contrario de lo que puedan afirmar cientos de ignorantes, Hitler fue el mayor genio militar que conoce Europa, tras desaparecer Napoleón. La planificación de todas la grandes batallas fue obra suya. Pero además, y antes de eso, fué el hombre de estado que logró proporcionar a su país la eficacia política, el espíritu de solidaridad y la prosperidad económica. De 1933 a 1939 hizo de un pueblo vencido y arruinado el más fuerte y más organizado de Europa...
Además de todo esto, fué un gran renovador social. Tan sólo él, en el mundo del siglo XX, ha conseguido eliminar el desempleo; ¡dio trabajo a más de seis millones de personas!. Consiguió para los obreros, salarios elevados, condiciones decentes en el trabajo, casas bonitas, ocios sanos y organizados, automóviles asequibles, vacaciones pagadas, gran bienestar material, ayudas familiares, dignificaron del trabajo y respeto para los trabajadores en una comunidad popular reconciliada.
Estaba allí, con él, ante un fuego donde crepitaban las ascuas. Era un hombre sencillo, sin vanidades ni complejos. Su primera reacción cuando nos sentamos y contemplar mis botas rusas de grueso fieltro ruso fue comentarme: "Mañana deberá hablar en una empresa de Berlín donde le he organizado todo para que de una gran conferencia y no puede ir calzado de esa manera". Mi uniforme estaba, más o menos, presentable, pero llevaba calzadas aquellas feísimas y toscas botas soviéticas. Me preguntó: "¿Qué número calza?". Contesté el 42. El usaba el 43. Se levantó y de un armario sacó un par de botas suyas, metió al fondo de ellas unos trozos de papel y me las dio para que me las probara. Me quedaban bien y quedé calzado con las botas del Señor de Europa... Con Hitler era así como acontecían las cosas.
Era un hombre que apenas reparaba en las faltas de los que con él trataban; así en una ocasión en que estaba reunido con sus mariscales y para agasajarlos se levantó de la mesa y volvió con una botella de buen champán, en cada mano, dándoselas a los presentes y eso que el detestaba las bebidas alcohólicas.
Era un artista que sentía profundamente cualquier manifestación del Arte y se interesaba por todo lo bello, desde un cuadro o una escultura de mármol hasta un acto de heroísmo. Sentía curiosidad por todo. Había leído una multitud de libros. ¿Qué eran, comparados con él, los hombres políticos del Occidente democráticos, impregnados de mediocridad?. Por ejemplo, Briand que pensaba que el Concilio de Trento, creyendo entender treinta, creía había sido alguna reunión de treinta personas famosa por algo... O un Laval que, enviado a Londres para visitar su torre, pregunto "¿Que torre?" ¿Quién se acuerda de un Deladier, de un Blum o de un Raynaud?. O, en Bélgica ¿de un Pierloto de un Guttenstein?. Los jóvenes no tienen ni la más remota idea de quienes pudieran haber sido los tales citados. Pero de Hitler, quiérase o no: ¡Continuará, por siempre, en el recuerdo de los hombres!. Allí, con él, pasé horas extraordinarias. Hitler me demostró ser un hombre tranquilo y serenamente satisfecho... Habló del Frente y también de Política. Todo lo que le decía, confirmaba aquello de lo que habíamos hablado tan extensamente en nuestro primer encuentro, 8 años atrás, en julio de 1936. Ambos entendíamos que, para construir Europa se precisaba reunir a todas las fuerzas del Continente...
En aquél tiempo, el destino se forjaba a la sombra de una bisagra histórica. Léon Degrelle.

¿Hitler estrechó las manos con el héroe Olimpico Jesse Owens en 1936?.
Durante mucho tiempo se ha considerado como la mayor ofensa en la historia deportiva, Adolf Hitler, cuando se fue furioso del Estadio Olímpico de Berlín, porque Alemania había sido humillada por un hombre negro.
En ese momento en 1936 fue un increíble atleta estadounidense llamado Jesse Owens lograba ejecutar la primera de las cuatro medallas de oro en los 100 metros.
Hitler, que había sacudido las manos el día anterior con todos los ganadores olímpico alemán, abandonó el estadio furioso porque sus superhombres arios habían sido derritados por una persona una supuesta inferioridad racial.
O por lo que la historia va.
Pero ahora un reportero veterano de deportes en Alemania, ha presentado una declaración, que dice que a pesar que Hitler efectivamente salió despúes de la carrera, no fue antes sino de sacudir la mano de Owens.
Sigfried Mischner, 83, afirma que Owens llevo en su billetera, encima de él, una fotografia del Führer saludandolo, estrechando la mano.
Owens sintió que los periodicos del mundo reportaron "injustamente" la actitud de Hitler hacia él, trató de obtener a Mischner y sus colegas periodistas para cambiar la versión aceptada de la historia en la decada del 60.
Miscner alego que Owens le mostró la fotografia y le dijo: "Ese fue uno de mis más bellos momentos".
Mischner dijo: "Fue tomada detras del stand de honor y asi no fue captada por la prensa mundial. Pero yo lo vi, yo lo vi estrechando la mano de Hitler".
La opinión predominante en Alemania despúes de la guerra, fue que Hitler habia hecho caso omiso de Owens.
"Por lo tanto, decidió no informar sobre la foto. El concenso fue que Hitler tenía que seguir siendo pintado en una luz mala en relacion a Owens."
Mischner, que llegó a escribir un libro sobre las Olimpiadas de 1936, dijo que otros periodistas estaban con él en el día que Owens fue fotografiado y ellos no informaron sobre ella.
"Owens fue descepcionado", dijó "Él sacudio la cabeza con desaprobación. La prensa era entonces muy obediente. No puedo poner excusas, pero nadie queria ser el que hiciera ver bien a la figura monstruosa de HItler."
"Todos mis compañeros están muertos. Owens ha muerto. Pensé que esta era la última oportunidad de poner las cosas en claro. No tengo idea de donde está la foto o si incluso todavia existe."
Owens quien murió en 1980, era hijo de aparceros y gano cuatro medallas de oro, - 100m, el salto de longitud, 200m y la carrera de relevos - en Berlín.
Owens dijo que más tarde fue tratado mejor en Alemania que en América donde los negros enfrentan segregación.

El Camino de la guerra, David Irving


en el blog hemos hablado mucho sobre David Irving. Pero no he comentado uno de sus libros más famosos, El camino de la guerra. Voy a resaltar alguna frase significativa del libro:
- Hitler se convirtió en un dirigente más o menos político, descuidado e indeciso, que dejaba paralizados muchos asuntos de estado. Aunque a menudo se mostraba brutal e insensible, no tenía la habilidad de ser despiadado cuando más falta hacía. Se negó a bombardear Londres hasta que Churchill le forzó a tomar esa decisión a finales de agosto de 1940.

- Se opuso a todos los intentos de utilización de gases venenosos porque habría violado la Convención de Ginebra.

- El mayor problema que nos plantea dar un tratamiento analítico a la figura de Hitler, es la aversión que nos produce después de muchos años de propaganda bélica, y después de toda la emotiva historiografía de la posguerra.

 Ante el fenómeno del mismo Hitler, los historiadores son incapaces de comprender que era una persona normal y corriente, que daba paseos, que hablaba, que pesaba alrededor de setenta kilos, que tenía el cabello entrecano, casi todos los dientes postizos, y que sufría graves problemas digestivos. Para ellos Hitler es la encarnación del demonio, y así tiene que ser; sobre todo, por los sacrificios que tuvimos que hacer para destruirle.

- Al final, con una Alemania sumida de nuevo en la derrota, sus enemigos tuvieron que recurrir a unos métodos punitivos totalmente draconianos,, como juicios masivos, confiscaciones, expropiaciones, internamientos y programas de reeducación, para poder arrancar las semillas que Hitler había sembrado.

- Se puede decir muy poco con seguridad sobre el trato que había entre Hitler y Himmler. Este solía hacer listas, con su estilo pedante y torturado, con los temas que quería tratar con el Führer, a los que a veces añadía decisiones que Hitler tomaba en cada caso. Estas notas revelan la existencia de unos vacíos tan sorprendentes que podemos arriesgarnos a pensar que Himmler mantenía al Führer en la ignorancia de muchas de sus nefastas decisiones. 
- Estoy absolutamente convencido de que a un obrero le bastan diez minutos a la semana en compañía del Führer para multiplicar por diez su capacidad de trabajo. (Declaración de Fritz Todt).

- El sábado se convirtió en el día preferido por Hitler para dar sus golpes de teatro.

- Las primeras impresiones que Wilson comunicó a Roosevelt fueron sobre el carácter del rostro del Führer, las manos artísticas y delicadas, la sencillez, la franqueza y la modestia.

- Hitler dio instrucciones a Ribbentrop para que el ex canciller Schuschnigg recibiera un trato digno y se le proporcionara un refugio tranquilo en cualquier parte. Pero al cabo de unos años -como tantas otras órdenes de Hitler- esto acabó por olvidarse, y Schuschnigg fue internado en un campo de concentración hasta que le liberaron en 1945.

- Vemos a Hitler estudiando la posibilidad de fabricar cigarrillos sin nicotina; unos cuantos días después decide que no se fumará más en el Berghof.
- Este era el "dictador del pueblo": amigo de las artes, benefactor de los necesitados, defensor del inocente, perseguidor del delincuente.

- Cualquier miembro del personal de Hitler que tuviera la intención de casarse antes debía pedirle permiso, desde el más augusto mariscal de campo hasta el más humilde cabo.

- El mismo desfile de cumpleaños demostró la gran capacidad de resistencia física que tenía Hitler. Las tropas, los transportes, la artillería y los tanques, marcharon durante cuatro horas en medio de un gran estruendo por delante de la tribuna. Su secretaria Schroeder escribiría después "El desfile de ayer fue gigantesco y parecía que no acababa nunca... No dejo de preguntarme de donde demonios saca las fuerzas, porque debe de ser condenadamente agotador estar de pie saludando durante cuatro horas. Estábamos rendidos sólo de mirarle... por lo menos yo."
- Los archivos médicos que hay sobre él muestran que su sangre era del tipo A. Tenía la piel pálida y de textura fina; tenía el pecho y la espalda blancos y sin vello. El cráneo era pálido y simétrico, con una expresión que, según sus médicos, tenía "una intensidad que dominaba y cautivaba". El ojo izquierdo era un poco más grande que el derecho; tenía los ojos azules con una leve sombra de color gris. Siempre tuvo un poco de exoftalmia, salida de los globos oculares.

-"Era inconstante, unas veces inquieto y otras peculiar, distraía con facilidad. Emocionalmente era muy lábil; sus predilecciones y aversiones eran muy pronunciadas. El flujo de su pensamiento mostraba continuidad. Su forma de hablar no era lenta ni rápida y siempre era apropiada" No presentaba ningún síntoma común de demencia. Los médicos concluían diciendo que en Hitler "no estaban presentes alucinaciones, ilusiones, ni inclinaciones paranoicas".

- Este era el escudo que protegía a Hitler en 1939: era un dictador por consenso; a un asesino jamás le habrían perdonado ni comprendido. Esta férrea solidaridad entre el Führer y el pueblo persistió hasta el final, a pesar de lo que han fingido las generaciones posteriores.
- Desde febrero de 1938 el control del personal militar de Hitler se puso en manos de Rudolf Schmundt. Este coronel del ejército con orejas muy grandes y nacido en Metz hacía cuarenta y dos años había recibido una preparación impecable en un famoso regimiento de Potsdam, y se mostraba muy inclinado hacia el nacionalsocialismo. Tenía veneración por Ludwig Beck hasta que la disputa suscitad por el general contra el sistema de mando del OKW hizo imposible que siguiera con aquella admiración. Desde junio de 1937 el ayudante de Hitler para la Luftwaffe fue el capitán Nicolaus von Below, un tranquilo pomerano de treinta y un años que había recibido en secreto un entrenamiento de vuelo en Lipetsk, en la Unión Soviética, y que en 1935 se convirtió en el ayudante del escuadrón de Richthofen. A partir de mayo de 1938 Hitler tuvo como ayudante del ejército de tierra al capitán de treinta y tres años Gerhard Engel; con su descaro y buen humor se ganó el favor de los mandos más bajos, pero no siempre tuvo el de Hitler (que le enviaría al frente en 1943).


Frases de Hitler incluidas en el libro:

- Soy incapaz de decir una mentira para mi provecho, pero no hay falsedad que no esté dispuesto a cometer en beneficio de Alemania.

- Cuando en enero de 1933 tomé posesión del gobierno, creí que me esperaba un camino ancho y bien pavimentado. Pero este camino no tardó en estrecharse y el estado del firme empeoró. Pronto se convirtió en un estrecho sendero, y hoy tengo la sensación de que avanzo por centímetros en una cuerda floja, soportando nuevas cargas, un día por la derecha y otro día por la izquierda. 

- Me tiene sin cuidado lo que diga la posteridad.

- Nos hemos equivocado de bando en España. Habríamos hecho mejor apoyando a los republicanos. Ellos representan al pueblo. Siempre se hubiera podido convertir a esos socialistas en buenos nacionalsocialistas. Franco está rodeado de clérigos reaccionarios, aristócratas y ricachones, gente que no tiene nada que ver con nosotros, los nacionalsocialistas.

- Soy contrario al uso de la pena de muerte porque es irreversible. La pena de muerte debería reservarse solo para los crímenes más graves, especialmente los políticos.

- Nunca sabrá qué es lo que pienso de verdad. Ni siquiera mis colaboradores más próximos, y eso que ellos están convencidos de saberlo. (Hitler al general Halder)

-  A los verdaderos soldados no se les reconoce por sus victorias, sino después de sus derrotas.

- Pero quiero dejar algo muy claro. Las iglesias pueden decidir lo que les ocurrirá a los alemanes en la otra vida, pero es la nación alemana y su Führer los que ahora deciden. Nuestra nación no fue creada por Dios para que el clero la rompa en pedazos.

- Me parece absurdo hacer del Cielo algo atractivo si la misma Iglesia nos dice que solo los que no lo han hecho tan bien en la vida podrán entrar en él, como por ejemplo los retrasados mentales y similares. No será muy bonito que cuando entremos en él encontremos a toda esa gente que -a pesar de su beatitud: "Bienaventurados los pobres de espíritu" - ya han sido una bendita molestia cuando estaba viva. Qué clase de atractivo es éste si ahí arriba no vamos a encontrar más que mujeres feas y mentalmente insípidas.

- El periodo clásico constituyó una época de ilustración. Con el comienzo del Cristianismo se detuvo la investigación científica, y en su lugar se empezó a investigar en las visiones de los santos, y no en las cosas que Dios nos ha dado. Investigar la naturaleza se convirtió en un pecado.

- En cuanto a la crueldad, el Cristianismo tiene todos los récords. El Cristianismo es la venganza del judío errante. Dónde estaríamos hoy si no hubiera existido el Cristianismo: tendríamos la misma inteligencia, pero nos habríamos evitado un vacío de mil quinientos años... Lo terrible es que millones de personas creen, o actúan como si creyeran, en todo esto: fingen creerlo todo. Si hubiéramos sido mahometanos, hoy el mundo sería nuestro.

- La libertad, la igualdad y la fraternidad son una verdadera tontería. La libertad excluye automáticamente la igualdad, porque la libertad conduce automáticamente al adelanto de los más sanos, de los mejores y de los más hábiles, y por eso hay menos igualdad.

- Todo lo que hago se dirige contra Rusia. Si occidente se muestra incapaz de comprender esto, entonces me veré obligado a llegar a un acuerdo con los rusos y volverme contra occidente primero para después dirigir todas mis fuerzas contra la URSS.

- En realidad no soy un político.

- Emprenderé cada operación de tal manera que las mujeres y los niños nunca sean el objetivo ni las víctimas. 




Hitler en el año 1939

En la fotografía observamos una carta postal editada con motivo del 50 aniversario de Hitler. 1939 fue un año clave para el Führer. En enero la Nueva Cancillería que Speer construyó en un tiempo record, ya estaba inaugurada. Estaba ubicada en la Voss Strasse y se podía ver perfectamente a cientos de metros

No era fácil ver a Hitler en la Nueva Cancillería. En Berlín Hitler tenía su residencia en el primer piso de la vieja Cancillería. Sin embargo, cuando se encontraba en Berlín, Hitler estaba más activo recibiendo a ministros y al cuerpo diplomático. Después del almuerzo, Hitler leía la prensa. Por aquella época también tenía la costumbre de ver películas. Según David Irving, podía ver las películas que quisiera y si alguna no le gustaba, se preguntaba cómo era posible que Goebbels la hubiera permitido. También según Irving, cuando el Führer vio Marie Antoinette, se levantó y se marchó muy ofendido. 

En febrero Hitler viajó en tren hasta Hamburgo para la botadura del mayor acorazado construido hasta la fecha y al que se bautizó con el nombre del antecesor del Führer, Bismark. Hitler mismo decidió las posiciones de las cámaras de los periodistas y prohibió a los corresponsales extranjeros. 





Es curioso porque Hitler se refirió "al día más feliz de mi vida" en varias ocasiones a lo largo de su vida. En marzo pronunció esa frase a sus secretarias y les dijo a su vez "acabo de conseguir algo por lo que otros lucharon en vano durante siglos. La Bohemia y Moravia vuelven a ser del Reich. Pasaré a la historia como el alemán más grande de todos los tiempos."

Pero el hecho más importante del año 1939 fue la invasión de Polonia. Según cuenta el piloto personal de Hitler, Hans Baur,  "Hitler se decidió a abrir las hostilidades, estoy convencido, más porque no creyó en una intervención de Francia e Inglaterra... Cuando se encontró ante las declaraciones de guerra, se consoló diciendo que el conflicto debía surgir tarde o temprano, que valía más verlo producirse en ese momento, cuando todavía él tenía la posibilidad de realizar sus planes para el desarrollo de Alemania... ordenó a Speer que no concibiera en gran escala las construcciones nuevas, necesarias para la guerra en el dominio industrial, sino que previera su duración durante dos años, cuatro como máximo."

Sobre el tratado que Hitler firmó con Stalin, también tenemos la versión que nos da Hans Baur:

- Como la vez anterior, el tratado concluido en Moscú fue objeto de ardientes discusiones en la mesa. Hitler declaró, entre otras cosas, que sin aquel tratado de comercio y de amistad, nuestra situación hubiera sido difícil. Además, esperaba alguna reacción sobre los ingleses.

Según Baur "todos tuvimos la impresión  de que aquel tratado satisfacía enormemente a Hitler.

En noviembre del mismo año, Hitler dio el discurso anual para celebrar el aniversario del Putsch de 1923. Como es sabido, Hitler abandonó la cervecería antes de lo previsto, según Baur porque el Führer debía volver a Berlín y al no poder llevarle en avión debido al mal tiempo, se decidió que volviera en tren. Menos de una hora después de que Hitler abandonara el local, una bomba estalló. Según el piloto de Hitler, cuando se descubrió al autor del atentado, Müller, fue condenado a muerte pero Hitler intervino para hacerlo internar en un campo de concentración. Sin embargo el autor del atentado murió en ese campo. 

Durante las navidades de ese año, Hitler quiso preparar los regalos para su personal. Nos dice Baur:

- Le gustaba regalar y comprobar que sus regalos habían gustado. Una vez me dijo que hubiera querido elegir esos regalos personalmente pero que desgraciadamente no podía ir a los comercios. Le aconsejé seguir el ejemplo de Göring, que se presentaba en esos comercios después del cierre para hacer sus compras con toda tranquilidad, pero este modo de actuar no le gustaba mucho, según me dijo.

Al estallar la guerra, Hitler quiso mantener su estilo de vida sencillo, haciéndolo incluso más sencillo. Cuando le dijeron que iban a decorar un puesto de mando en el que habían previsto esculturas, herrajes y alfombras caras, lo rechazó al momento diciendo: "¿cree usted que me instalaría a vivir allí? Por otra parte, millares de alemanes vendrían de peregrinaje. ¿Qué idea tendrían ellos al comprobar que yo vivía en un lujo tal?"

Tampoco le gustaba a Hitler el lujo cuando comía cerca del frente. Comía en la cocina de la tropa. Según cuentan sus allegados, nunca vieron que se preparara una mesa especial para él. 

Como vemos, a Hitler no le gustaba el lujo, y mucho menos le gustaba dar una imagen frívola. Le preocupaba mucho que sus semejantes le vieran rodeado de lujo. Sin embargo para Hitler eso nunca supuso ningún problema. Su modo de vida era muy sencillo. A menudo se ha dicho que Hitler expropió cuadros para él. Pero lo cierto es que Hitler proyectaba exhibir sus cuadros en un futuro museo. Las posesiones nunca obsesionaron a Hitler. Todas sus pertenencias eran del pueblo, acostumbraba a decir.



Hitler y sus chóferes

En esta rara foto vemos a Hitler con su fusta en un acto del partido durante los años 20. Por aquella epoca era habitual verle con su fusta. Esto no nos debe extrañar, ya que era una costumbre de la epoca. Sin embargo, después ya no se le vio posteriormente con la fusta. Pero hoy quisiera detenerme en un aspecto poco conocido del Führer. Se trata de la relación que tuvo con sus distintos chóferes.  Como sabemos, Hitler fue un amante del automovilismo y disfrutaba enormemente viajando. Nada había más placentero para él que relajarse mientras contemplaba el paisaje, paraba en medio del campo a merendar o charlaba animadamente con su chófer. Cuando Hitler salió de la prisión de Landsberg lo primero que hizo fue subir a un coche junto a su impresor Adolf Müller y su fotógrafo Hoffmann. Hitler estaba emocionado y dijo, ¡Qué alegría siento al viajar de nuevo en automóvil ! Poco después el Führer se permitió un viejo capricho, la compra de su propio coche. Se trataba de un Mercedes rojo. Principalmente lo utilizó para recorrer la campiña bávara con sus amigos. Emil Maurice, que compartió prisión con el Führer, fue uno de sus chóferes. Hitler siempre le tuvo en gran estima. Maurice era un jóven deportista que se afilió al partido en una fecha tan temprana como 1919. Desde 1921 fue el chófer de Hitler y uno de sus íntimos. Tanto quería Hitler a su chófer que incluso vestían de forma similar y se divertían mucho estando juntos. Les gustaba ir con pantalones de cuero, camisas blancas y chaquetas tirolesas azules. Para los no bávaros esa ropa era poco habitual. A Goebbles ese atuendo le parecía divertido. Maurice divertía mucho a Hitler cuando iban con ese atuendo. Su amistad era tan grande que incluso utilizaban motes entre ellos. Hitler le llamaba con el diminutivo "Maurizl" y Maurice llamaba a Hitler "mi querido Hitler". Tal era el grado de confianza de Hitler hacia él que incluso tenía llaves del piso del Führer. En las imagenes posteriores vemos a Hitler junto a Maurice con ese atuendo, en la prisión de Landsberg. En la otra foto, Maurice con uno de su primeros vehículos.
 Quizá el incidente más conocido de Maurice fue cuando Hitler le sorprendió en la habitación de Geli Raubal. Precisamente Hitler llevaba su fusta de montar y amenazó a su chófer con ella. Este incidente les alejó por un tiempo. Pero Hitler no se mostró muy duro con su amigo. Años después, cuando Maurice se casó, Hitler puso a disposición de Maurice su piso para la celebración y le entregó 1000 marcos como regalo de boda.

El siguiente chófer, y miembro fundador de la guardia personal de Hitler, fue Julius Schreck. Desde 1928 no se separó de Hitler. Para el Führer, Schreck fue mucho más que un chófer. Se trataba de un hombre con una imponente fuerza física y muy astuto. Tenía una habilidad al volante que complacía mucho a Hitler. En 1936 Schreck contrajo meningitis y murió el 16 de mayo. Su fallecimiento resultó un trauma para Hitler. Tanto es así que Hitler apenas pudo hablar durante su entierro y después colocó un retrato de su fiel chófer en su casa, junto a otro de su madre y el de Geli Raubal. 

En la imagen superior vemos a Hitler junto a Schreck al volante. En la imagen posterior, durante el entierro de su chófer. 

El siguiente chófer de Hitler, quizá el más conocido, fue Erich Kempka. Comenzó a trabajar para Hitler en el año 1932, a pesar de su juventud, ya que solo contaba con 22 años. Kempka fue elegido tras una breve selección en donde demostró sus dotes como conductor. El mismo Hitler seleccionaba a su personal, algo impensable en cualquier otro jefe. Al Führer le gustaba preguntar directamente a los aspirantes y siempre sorprendía por su alto grado de conocimientos: "¿qué marcas de coches ha conducido usted hasta ahora?... ¿conoce usted el Mercedes con motor de compresor de ocho litros? ¿cuántos caballos tiene? ¿cómo procedería usted en una curva en ese, sin visibilidad, cuando el cuentakilómetros marca ochenta y aparece otro vehículo en dirección contraria? Como vemos, Hitler se involucraba enormemente en esos detalles. Finalmente, Hitler se decidió por contratarlo. Desde entonces, hasta la muerte de Hitler, Kempka no se separó de su Führer. Durante ese año de 1932 recorrió más de ciento veinte mil kilómetros junto a Hitler:
"Día y noche rodábamos por todas las regiones de Alemania y en el transcurso de estos viajes viví muchos momentos gratos. Nunca tuve la sensación de viajar con un jefe, sino más bien con un buen amigo mayor que yo y paternal en su trato. Casi nunca me hablaba Adolf Hitler de sus problemas políticos, pero yo sabía  que podía y debía contarle mis dificultades y preocupaciones de orden personal. Me escuchaba con la máxima atención y siempre estaba dispuesto a hacerlo. Constantemente se preocupaba de que los conductores fuésemos bien alojados y atendidos en ruta, y muchas veces le oí decir que sus conductores y sus aviadores éramos sus mejores amigos y que a nuestras manos confiaba su vida."

La posición de Kempka cambió una vez que Hitler se hizo con el poder. Le acompañaba en todos sus viajes, dentro y fuera de Alemania y siempre figuraba en el séquito del Führer como invitado particular. Kempka se convirtió también en el jefe del Parque Móvil del Führer y fue ascendido a Sturmbannführer. Bajo su inspección se construyeron muchos coches para Hitler y colaboró directamente con la casa Daimler Benz. Kempka ha pasado a la historia por ser quien se encargó de la incineración de los cadáveres de Hitler y Eva Braun. Tal era el grado de confianza que solo a él le encomendó esa tarea tan importante. Al finalizar la guerra, Kempka escribió sus memorias con el sugerente título de "Yo quemé a Hitler".  Se trata de un interesante librito lleno de anécdotas. 

¿Fué Hitler una persona insensible?


Al hablar de Hitler se tiene la impresión, probablemente correcta, de que se trató de una persona insensible ante el sufrimiento ajeno. A Hitler nunca le importaron las consecuencias de una acción para conseguir un fin. El fin para él era lo más importante, con independencia del resultado. Si ese método fue correcto o no, la historia acabará por decidirlo. Sin embargo, a pesar del sufrimiento creado por su subida al poder y, sobretodo, por la guerra, Hitler no fue una persona insensible. Todo lo contrario. Hitler, como ser humano, tenía sentimientos y fue capaz de sufrir por la pérdida de sus seres querídos. El primer ejemplo lo tenemos en el fallecimiento de su madre. Cuando su madre enfermó de cáncer, Hitler se encontraba en Viena. Hitler recibió una carta de la esposa del jefe de correos comunicándole que su madre se encontraba grave. Hitler se apresuró a regresar a casa de su madre. Durante toda su agonía Hitler cuidó de su madre con mimo y ayudó en las tareas del hogar. Su madre se encontraba muy enferma pero se alegró mucho de tener a su hijo preferido junto a ella. Durante la agonía, el comportamiento de Hitler cambió mucho. Quiso agradar a su madre en todo. Cuando finalmente falleció, Hitler se sumió en una gran depresión. Los que le vieron (el doctor que atendió a su madre, su amigo de juventud Kubizek) aseguraron que nunca habían visto a una persona tan afectada por la pena como a Hitler. Hitler siempre recordó a su madre durante el resto de su vida. El retrato de ella siempre le acompañó donde fuera. Y es muy posible que al final de su vida, Hitler pensara en su madre, porque también en el búnker tenía su retrato. En la imagen de arriba, Hitler deposita unas flores en la tumba de sus padres con ocasión de la anexión de Austria al Reich.



Otra muerte que Hitler nunca superó fue la de su sobrina Geli Raubal. Como es sabido, Hitler tomó la tutela de su sobrina y se la llevó a vivir a su apartamento. Allí se pegó un tiro mientras el Führer se hallaba en un viaje electoral. La noticia de la muerte de su sobrina sumió a Hitler en una depresión de la que tardó en recuperarse. Durante semanas Hitler perdió las ganas de vivir e incluso estuvo a punto de quitarse la vida. Sus más cercanos aseguran que vieron llorar a Hitler por esa muerte. Durante el resto de su vida, Hitler hizo un culto de la figura de su sobrina. La habitación en la que se quitó la vida se convirtió en algo sagrado. La dejó intacta y Hitler iba a meditar a menudo allí.

Con ocasión del vuelo de Rudolf Hess a Gran Bretaña Hitler confió a la señora Bruckmann:
Todos tenemos nuestras tumbas y nos vamos quedando cada vez más solos, pero debemos sobreponernos y seguir viviendo, ¡mi queridísima señora! Yo también me he quedado sin los dos seres humanos, de entre todos los que me rodean, a quienes he querido con toda el alma: ¡el doctor Todt ha muerto y Hess ha preferido alejarse volando de mí!


El ministro de armamentos, el doctor Todt, antecesor del famoso Speer, murió en un accidente de aviación. Tras su muerte, era habitual oír a Hitler lo mucho que había sentido su muerte. Dijo que se trató de "un duro golpe".
Otros aspectos que denotan la sensiblidad de Hitler son los referentes a su trato con los animales y el arte. Desde muy joven Hitler sintió cariño y respeto por los animales. Durante la primera guerra mundial, Hitler adoptó un perrito al que cogió gran cariño. El perrito era muy listo y se convirtió en el pasatiempo del regimiento. Siempre dormía junto a Hitler y fueron inseparables. Pero en una ocasión le robaron al perrito. Hitler siempre lo recordaría. Incluso en los últimos meses de su vida, Hitler tuvo momentos de recuerdo para aquel perrito. "Quien me lo robó, no sabe lo que me hizo", solía decir. Durante el III Reich se prohibió la experimentación con animales. Incluso durante la guerra, Hitler instauró también una cartilla de racionamiento especial para las familias que tenían perro.

Uno de los aspectos en donde Hitler sacaba más a relucir su sensibilidad era en el arte. Tanto en la pintura, la arquitectura y, especialmente la música, Hitler siempre mostró una gran sensibilidad. Durante una representación de wagneriana Hitler se sentía transportado.

Y, por supuesto, su relación con Eva Braun, no deja lugar a dudas sobre un Hitler humano. Incluso Hitler quiso que Eva Braun se alejara del búnker para evitar su muerte, pero Eva le siguió hasta la muerte. Se trata de una historia de amor realmente increíble que, si se llevara correctamente, podría ser una buena película.

Las comidas de Hitler


Las memorias de Speer, aunque muy discutidas, contienen abundantes anécdotas sobre Hitler. Speer dijo que las comidas en casa de Hitler eran una pérdida de tiempo porque siempre se alargaban hasta las cuatro y media. Decía que estar tanto tiempo era un lujo porque nadie se podía permitir eso todo los días. Él mismo acudía a comer una o dos veces por semana "para no desatender mi trabajo". Eso es típico de Speer. Escribir que estar con Hitler comiendo hasta las cuatro y media era una pérdida de tiempo, cuando yo entiendo que en aquella época eso debía de ser un honor impresionante. Además, estar junto al Führer le garantizaba a uno un buen puesto en el Reich. Eso, por ejemplo, no lo comenta Speer. Pero bueno, podemos entender al bueno de Speer, que escribió sus memorias enfrentándose a una pena de cárcel e intentando justificar su conducta. Eso sí, por lo menos nos dice que ser invitado del Führer "daba prestigio". Lo cierto es que Hitler, mientras comía o conversaba con sus colaboradores, también trabajaba. Daba directrices políticas. Hitler era una persona a la que no le gustaban las reuniones. Prefería dirigir mientras departía en esas comidas o sobremesas, lo que entiendo resultaba más ameno para todos.
A las cenas de Hitler solían asistir el personal más íntimo del Führer. Speer nos dice que acudían entre seis y ocho personas. Su asistente, su médico, el fotógrafo, algún conocido de Munich o el piloto privado de Hitler. Según Speer, por la noche Hitler no deseaba estar con colaboradores cercanos tipo Goebbels. Las conversaciones en la cena eran más triviales. Al Führer le gustaba ser informado sobre obras teatrales o por cotilleos de la vida mundana. Se divertía mucho con las anécdotas que le contaban su piloto Bauer y, sobretodo, con su fotógrafo Hofmann. Finalmente era el propio Hitler quien hablaba sobre su vida.
Nos cuenta Speer una anécdota sobre los gustos culinarios de Hitler. Kannenberg, el intendente, intentó ofrecer a Hitler un plato distinto al de sus gustos sencillos. Y le llevó un plato de caviar, cuyo sabor desconocía. Sin embargo Hitler quiso conocer el precio de ese plato y cuando Kannenberg se lo dijo, el Führer se escandalizó por el elevado precio y prohibió que se volviera a comprar. Kannenberg no dejó de insistir y en otra ocasión se presentó con un caviar más barato, pero el Führer lo volvió a considerar excesivamente caro y ya no le volvieron a servir caviar. Por otra parte, Hitler no concebía la idea de un Führer comiendo caviar, que era una comida lujosa. A Hitler siempre le gustó predicar con el ejemplo y nunca destacó por cometer excesos. En ese sentido siempre fue muy extricto.

Cuando la cena concluía, Hitler dirigía a sus invitados a la sala de estar. Entonces el Führer se relajaba y estiraba las piernas. A Hitler le gustaba entonces ver una película e invitaba incluso al personal del servicio y a los escoltas. A Hitler le gustaba mucho hablar sobre la película y sobre los actores cuando finalizaba la proyección. Después continuaba la tertulia mientras se servía vino, cerveza y algunos bocadillos. Hacia las dos de la madrugada Hitler se despedía.
Al principio Hitler invitaba a damas a sus veladas. Esas damas eran elegidas por Goebbels, aunque para evitar rumores Hitler siempre prefería que fueran damas acompañadas de sus esposos. En esas ocasiones el Führer se mostraba especialmente cordial con ellas y no paraba de ofrecerles toda clase de atenciones. Sin embargo, según Speer, hacia 1935 dejó de invitarlas. Pero hacia 1939 Eva Braun tuvo un dormitorio en el domicilio de Hitler de Berlín.

El pudor de Hitler


Antes de la toma del poder a Hitler le gustaba vestir con el pantalón bávaro. Existen muchas fotografías de esa guisa. Pero después dejó de hacerlo. Incluso pidió a su fotógrafo que destruyera las fotografías en donde aparecía con esos pantalones. En efecto, Hitler fue una persona muy pudorosa en cuanto a su propia persona. Admiraba los desnudos en el arte. Pero en cuanto a sí mismo, nunca se exhibió desnudo. Ni siquiera en traje de baño. Incluso estaba obsesionado por la idea de que alguien le viera en traje de baño o le fotografiara de esa manera porque pensaba que perdería prestigio ante el pueblo. Su colega Mussolini se exhibía a menudo bañándose y Hitler se lo reprochaba. Decía:

Un gran hombre de estado no debe comportarse con tal desenvoltura. ¿Cómo podríamos conservar nuestra veneración por Napoleón si poseyéremos  fotografías suyas en las que apareciera disminuido por tales atavíos? Por lo que a mi respecta, nunca, lo repito, nunca, me bañaré en público. 

Incluso su médico Morell decía que Hitler era intratable. Cuando debía ponerle una inyección o reconocerle, Hitler expulsaba de la habitación a su ayudante y después se descubría lo menos posible. En una ocasión su fotógrafo Hoffmann le tomó una fotografía junto al perrito terrier de Eva Braun y Hitler le dijo:

No, Hoffmann, no publique esa foto. Un hombre de estado y un perrito; tal vez sea oportuno, pero mueve a risa: sobre todo, es ridículo. El único perro que sería digno de mi, sería un pastor alemán. 

Hitler en la intimidad


Lo que más le gustaba a Hitler era acudir al teatro, al cine o a la ópera. Pero, debido a su gran popularidad, no podía asistir a ningún lugar público sin que se armara un gran revuelo de admiradores que iba creciendo y creciendo. Así que lo que más le gustaba era refugiarse en el Berghof. A dos kilómetros de la casa, se construyó un salón de té. Siempre iban hacia allí caminando. Su perra y los perros de Eva Braun disfrutaban mucho con ese largo paseo.  Después de cenar se solía proyectar una película. Todos los adelantos en cuestiónes cinematográficas le eran instalados a Hitler. Así pues, se le proyectaban películas en estéreo y, por supuesto, en color. También en el Berghof había un televisor.  Después de la película a Hitler le gustaba reunir a sus invitados alrededor de la chimenea . Le gustaba hablar de todo tipo de cuestiones y, parecía que nada se le escaba a su saber. Se hablaba de arte, de teatro, de arquitectura. Poseía una memoria increíble y era capaz  de recordar toda clase de fechas históricas, incluso el tonelaje de cada flota del mundo.  Por ejemplo, el calendario de la flota alemana se lo sabía de memoria y no era raro que pusiera en apuros a sus oficiales haciéndoles preguntas que no podían contestar.  Conocía todas las marcas de coches así como sus características. Si alguien le contradecía, Hitler no se enfadaba, sino que apostaba entonces y, generalmente, siempre ganaba él. 

Le gustaba a Hitler mucho ver el fuego de la chimenea. Se acercaba mucho a las brasas y se entretenía echando leña. En esos momentos se servía té o café. Incluso toleraba que se bebiera algo de alcohol, a pesar de que él era un convencido abstemio.  En ese ambiente también le gustaba relajarse con música. Poseía una gran cantidad de discos. Como es sabido, le gustaba Wagner, aunque también Strauss y las sinfonías de Beethoven. En cuanto a música ligera, la que más le gustaba era "La Viuda Alegre". No le gustaba nada Tchaikowsky. En una ocasión la esposa de Baldur von Shirach le llevó un disco de "La Patética de Tchaikowsky" y mandó quitarlo al momento.
También le gustaban las discusiones médicas entre especialistas. Le gustaba mucho escuchárles con paciencia y hacía preguntas que eran para él desconocidas. Aquellas discusiones médicas podían durar horas y Hitler solía identificarse con las enfermedades que describían los médicos.






Una visita de Hitler


Hitler no era el típico lider de una nación. En privado era humilde y no le importaba ir a visitar a sus amigos a sus casas en vez de recibirlos en la cancillería o en su refugio alpino. Así pues, visitó la casa de Leni Rienfstahl en varias ocasiones. A mi me gusta mucho observar a Hitler en actitud íntima, con sus conversaciones banales. La siguiente escena la podemos leer como una entrevista a Hitler. Resulta muy reveladora de cómo fue Hitler. ¿Quién dijo que Hitler era un hombre reservado? Reproduzco una de estas visitas en boca de Leni:

"En el vestíbulo saludé a Hitler y a su acompañante, Albert Bormann, hermano de Martin Bormann... antes de entrar en la sala de estar, Hitler pidió a su acompañante que le esperase y mi doncella le condujo al bar rústico que se encontraba en el sótano. Entre tanto, Hitler fue conmigo a la espaciosa habitación que era al mismo tiempo sala de proyección.... Hitler parecía estar de excelente humor. Admiró la casa, el jardín, y sobre todo, la instalación interior, lo que me sorprendió un poco, porque tenía un estilo completamente diferente al de sus propias habitaciones.

- ¿Desea usted tomar cafe o te? le pregunté con cierta timidez.

Haciendo una excepción, voy a tomar té, pero flojo, porque debo tener cuidado con mi estómago.

Helene había preparado en el jardín, bajo la pérgola cubierta, una mesa de té adornada con flores y sirvió orgullosa la tarta de manzanas hecha por ella misma.

Raramente sucede -dijo Hitler- que pueda tomarme tiempo y pueda ser durante unas horas una persona privada. Ya se que también es usted muy activa, y apenas puede tener vida privada. Creo -continuó- que usted, lo mismo que yo, trabaja demasiado. Debería cuidarse más.

Las personas como usted -dijo Hitler- están casi siempre solas. No lo tendrá usted fácil.

Usted, para ser mujer, es extraordinariamente activa y dinámica. Esto actúa como un reto para muchos hombres y le crea a usted enemigos. También desaprobarán muchos los éxitos de usted y no sólo hombres. Probablemente sabe que incluso a mí me resulta difícil hacerle fácil su trabajo.

Ya sabe cuánto la admiro y respeto, y es para mi una alegría estar en su compañía, pero desgraciadamente mis obligaciones no me permiten concederme este placer más a menudo.

- ¿Y su vida privada?

Desde que decidí ser político, renuncié a mi vida privada.

- ¿Le ha resultado difícil?

Muy difícil -respondió Hitler- especialmente si me encuentro con mujeres bellas que me gusta tener a mi alrededor. Pero no soy el tipo que encuentra placer en las aventuras triviales. ¿Cómo podría compaginar esto con mis obligaciones para con Alemania? ¡Cuánto habría de decepcionar a cualquier mujer, aun cuando la amara!

Tengo la intención de crear una Alemania fuerte e independiente, un baluarte contra el comunismo, y esto sólo es posible mientras dure mi vida. Después de mi, no vendrá nadie que pueda hacerlo.

- ¿De dónde saca usted esa convicción?

Es una vocación que percibo dentro de mí todos los días, una combulsión interna que me hace obrar así y no de otra manera...

- ¿Ha sido usted siempre vegetariano?

Dijo que no, y me contó vacilante que, después de un grave shock, nunca más había podido comer carne. Me arrepentí de mi pregunta, pero Hitler continuó diciendo:

A Geli, mi sobrina, la quise demasiado. Creí que ya no podría seguir viviendo sin ella. Cuando la perdí, estuve días sin comer, desde entonces se me revuelve el estómago cuando veo carne, de la clase que sea.

- ¿Era Geli su primer amor?

Hitler se puso a hablar de mujeres a las que había amado antes de Geli:

Mis asuntos amorosos - dijo- fueron casi siempre desafortunados. Las mujeres estaban casadas o querían casarse.

Yo no mencioné el nombre de Eva Braun. Pero él dijo que siempre le molestaba que algunas mujeres amenazaran con suicidarse para atarle. Sólo habría podido casarse con Geli. Le pregunté si le gustaba la linda inglesa Unity Mitford que, como sabía todo el mundo, estaba tan enamorada de él. Su respuesta me dejó sin habla:

Esta muchacha es muy atractiva, pero yo no podría tener nunca una relación íntima con una extranjera, por hermosa que fuera. Mis sentimientos son tan nacionales, que sólo podría amar a una alemana -dijo, y añadió divertido- : ya veo que usted no lo comprende. Por lo demás para un matrimonio sería yo absolutamente inepto, porque no podría ser fiel. Entiendo a los grandes hombres que tienen una querida....

Aquella noche yo había sentido que Hitler me deseaba como mujer."

Fuente: Memorias, Leni Riefenstahl

¡Lo que daría yo por ver París!


Leni Riefenstahl acababa de regresar de París de la Exposición Internacional y fue al Berghof para intercambiar opiniones con Hitler. El Führer siempre se mostraba muy intersado cuando alguien viajaba y hacia constantes preguntas sobre la ciudad visitada. Esto contrasta un poco con la idea que nos han dado de un Hitler solo interesado en Alemania. Pero bueno, como sabemos, Hitler siempre fue un admirador de París. 

¡Lo que daría yo por ver París! Pero probablemente esto no se me concederá en la vida. París es la ciudad más bella del mundo. ¡Qué feo es, en cambio, Berlín! Conozco todos los edificios históricos de París hasta el más mínimo detalle. Desgraciadamente sólo por ilustraciones y planos. 

Leni le preguntó entonces por su opinión sobre el pueblo francés:

El pueblo tiene mis simpatías; cuando era soldado conocí a algunos franceses en la guerra, y les tomé aprecio; pero la nación francesa, que produjo una de las culturas más grandes, se ha vuelo decadente; temo que su época de esplendor ha pasado y que perecerá lentamente. Sólo un gran lider político podría salvar a Francia de la ruina. Me alegraría tener a mi lado a un vecino sano y vigoroso.

Después, la curiosa pareja, salió a dar un paseo. Hitler se detuvo en un punto y señaló en una dirección:

- Mire, allá esta Austria. Siempre que estoy aquí arriba miro hacia allí y suplico al Todopoderoso que me conceda ver el día en que Austria y Alemania  se unan en un gran Imperio Alemán. Sólo por esto he comprado esta casa, porque desde aquí puedo divisar Alemania y Austria. 

No tomo mis decisiones a la ligera. Antes de entrar a fondo en una cosa, paso días y noches en los que solamente me ocupa esa única cosa. Sacudo los pilares de mis conocimientos básicos y los contemplo con los ojos más críticos y con todos los argumentos que conozco. Ataco mi propia convicción hasta que estoy seguro de que lo negro es negro y lo blanco es blanco. 

Y ¿qué pasa cuando se equivoca? se atrevió a preguntar Leni:

No creo equivocarme. Uno debe estar firmemente convencido  de sus principios; de lo contrario, no puede crear algo grande. 

Como sabemos, Hitler cumplió sus dos sueños: visitar París y unir Alemania y Austria.

Hitler y los artistas


 Hitler fue un gobernante muy preocupado por el arte. Por supuesto, por el arte que el consideraba el mejor. De la misma forma que persiguió a los artistas que no encuadraban en su universo cultural, alentó y protegió a los que le gustaban. El tiempo que dedicó a la arquitectura y al arte en general nos da una idea de cuáles eran los objetivos de Hitler. Veía la política como un incordio y en cuanto podía se reunía con artistas, entre los cuales se encontraba más cómodo que entre militares y políticos. No hay que olvidar que el mismo Hitler fue un artista, frustrado o no, pero un artista al fin y al cabo. Hitler siempre aprovechaba la más mínima ocasión para pintar o garabatear algo. Hoy vamos a ver su relación con dos artistas muy conocidos de su régimen: Leni Riefenstahl y Arno Breker. Su relación con el arquitecto Albert Speer merece, por supuesto, un apartado especial.
La actriz, bailarina y cineasta Leni Riefenstahl cayó también hipnotizada por el influjo del Führer incluso antes de la llegada al poder de este. Son de sobra conocidas sus obras, El Triunfo de la Voluntad y Olympia. Sin duda esas obras han pasado a la historia del cine. Cualquier aficionado o estudiante de cine ha de conocer sus revolucionarias técnicas. La Riefenstahl sufrió una terrible persecución al término de la guerra. Tanto que ya no pudo ejercer como directora. Difamada y calumniada, tuvo que huir a Africa para poder expresar su arte. ¿Fue legítima su difamación y su censura sin descanso hasta su muerte? Imaginaos si el nazismo y Hitler nos llaman la atención en la actualidad lo que debió arrastrar en su momento a millones de personas. Leni Riefenstahl no fue diferente del resto de hipnotizados alemanes. Y mantuvo una relación de amistad con Hitler. La pobre Leni tuvo que padecer la persecución durante el resto de su larguisima vida. No hubo día que no le recordaran su amistad y colaboración con Hitler. Supongo que para ella vivir en Africa fue toda una vía de escape, en donde los nativos desconocían su pasado. En los años 80 escribió sus memorias, en donde abundan vivencias con Hitler. Veamos alguna de ellas:

Navidades de 1935. Leni Riefenstahl es invitada a casa de Hitler, en Munich:

 Hitler vestía de paisano. Se mostró campechano. La habitación estaba modestamente amueblada y era poco confortable. Había una gran estantería con libros, una mesa redonda con un tapete de encaje y unas sillas.

Como usted ve, señorita Riefenstahl, no doy valor al confort y a las posesiones. Cada hora que pasa la necesito para resolver los problemas de mi pueblo. Por esto cualquier posesión es una carga para mi, incluso mi biblioteca me roba tiempo, y leo muchísimo. 

Si uno "da", también debe "tomar" y yo tomo de los libros lo que necesito. Tengo que recuperar mucho. En mi juventud no tuve medios ni oportunidad de crearme una cultura. Cada noche leo uno o dos libros, incluso cuando voy a acostarme tarde. 

- Y ¿cuál es su lectura favorita?, pregunto Leni.

Schopenhauer.. él fue mi maestro.

- ¿Y no Nietzsche?, preguntó Leni.

No, con Nietzsche no se qué atenerme. Es más artista que filósofo. No tiene la inteligencia tan clara y transparente como Schopenhauer. Naturalmente, aprecio a Nietzsche como genio; escribe quizá el lenguaje más bello que puede mostrar hoy la literatura alemana, pero no es mi modelo. 

- ¿Cómo pasó usted la Nochebuena? preguntó Leni

Viajé con mi chófer de un lado para otro por carreteras y pueblos, hasta que me entró sueño. Es lo que hago cada año por Nochebuena. No tengo familia y estoy solo.

- ¿Por qué no se casa?

Sería un acto de irresponsabilidad por mi parte atar a una mujer a mi. ¿Qué podría ofrecerle? Casi siempre tendría que estar sola. Mi amor pertenece por entero a mi pueblo... Y si tuviera hijos ¿qué sería de ellos si un día la suerte se aleja de mi lado? Ya no tendría ni un solo amigo, y mis hijos tendrían que soportar humillaciones y quizá incluso pasar hambre. 

Trato de mostrarme agradecido siempre que puedo, porque la gratitud es una virtud que no se practica lo bastante. Tengo a mi lado personas que me ayudaron en años malos y a quienes debo lealtad, aunque no siempre poseen las capacidades que su posición requiere.

Finalmente, en un alarde de sinceridad Hitler le confesó:

Le confié a usted que nunca me casaría. Esa joven -dijo señalando el busto- es Geli, mi sobrina. La he amado mucho. Es la única mujer con la que habría podido casarme. Pero el destino no lo quiso. 

Arno Breker fue uno de los escultores favoritos de Hitler. Aquí podéis ver alguna de sus obras. Lamentablemente los americanos destruyeron toda su obra. A veces nos quejamos de que los nacionalsocialistas destruyeron obras y quemaron libros. También lo hicieron los americanos. Personalmente la destrucción de la obra de Breker me parece abominable. 


Tengo un libro de gran formato con fotografías de la obra de Breker y con entrevistas con el autor. Al término de la guerra sufrió una persecución y censura similar a la de Leni Riefenstahl.

Veamos alguna opinión de Breker sobre Hitler:

- Hitler había dado la orden incluso de hacer regresar del frente a las personas con talento fuera de lo común, para que pudiesen trabajar en las obras de arte. Y yo, ya era el hombre que debía descubrirles. Él deseaba que la vida artística no se detuviese. Lo quiso hasta el final. Ví a Hitler por última vez en 1944. Me hallaba como de costumbre sentado frente a él Me miraba detenidamente, sin pronunciar una sola palabra. Yo sentía que sus ideas se detenían en los planes gigantescos que deseaba realizar, la transformación de las ciudades... y frente a él se hallaba el hombre capaz de terminar aquello que soñaba. Su cara traslucía una expresión realmente trágica, tanto que parecía transformado. 

En próximas entregas, daré más detalles de estos dos artistas que colaboraron con Hitler.

Hitler glotón


Bueno, ahora que estoy más tranquilo voy a tratar de recapacitar sobre el nuevo informe secreto de Hitler. Cada poco tiempo tenemos acceso a uno nuevo. Lo curioso de este es que ¡ha pasado 64 años olvidado en una estantería! A mi esto me resulta muy sospechoso. Un documento de esas características no puede pasarle desapercibido a nadie que lo tenga, a menos que sea retrasado mental. Lo digo simplemente porque su poseedor siempre sabría que podría rentabilizarlo económicamente. ¿Porqué no lo hizo antes? Qué sospechoso... Pero bueno. Seguimos. El siguiente motivo de extrañeza es que el informe ¡no dice absolutamente nada que no se supiera! Cierto es que aun no lo hemos leído integro pero, por lo que ha publicado la prensa, es más de lo mismo. Parece ser que lo que más ha llamado la atención de nuestros periodístas es que Hitler se atiborraba de dulces y pasteles. Bien, no es una novedad. También les llama la atención el que Hitler sufriera un desorden digestivo. En más de una ocasión se le ha culpado a su vegetarianismo, lo cual es el colmo de la ignorancia. La dieta vegetariana es precisamente la mejor contra el flato. Y Hitler lo sabía. Se ha exagerado y ridicularizado su ingesta de dulces. Por supuesto, no es ninguna novedad su gusto por los dulces. Se los preparaban siempre sus cocineras. Conocemos por sus secretarias también que cuando al Führer le gustaba mucho algún postre, hacía que se lo retiraran para no acabar el plato. También es cierto que esta ingesta de dulces fue aumentando conforme la guerra avanzaba. Hasta entonces Hitler siempre se controló en ese sentido. Yo entiendo que se pudiera deber a varios motivos:
1) a una respuesta a la extraña medicación del Dr. Morell
2) a obtener una forma rápida de placer ya que el Führer llevaba una vida prácticamente de privaciones y privado de placeres.
3) Muchos vegetarianos experimentan un gran placer con los dulces al tener que privarse de otros placeres culinarios provenientes de animales.
Su secretaria Christa Schroeder explicó:
- Me era imposible entender cómo alguien que continuaba predicando una vida de ascesis, podía atracarse así de dulces y pasteles. Nos explicaba que comía menos por la cena a fin de poder comer más reposterías. Mientras se entregaba así a su satisfacción preferida no hablaba de ello. Glotonamente engullía los pasteles, como si tuviera miedo de que alguien se los pudiera quitar. Como excusa, nos decía que nunca había podido comprender que una persona no apreciara los dulces.


Conozcamos un poco más los gustos culinarios de Hitler, también a través de Schroeder:
- El desayuno durante los primeros años se componía de un vaso de leche y de un poco de pan de régimen. Más adelante, no comía sino una manzana rayada y, al final, una especie de compota preparada según la fórmula de un médico suizo.

- Hitler, muy frugal, prefería sobre todo los platos únicos y tenía una marcada debilidad por las alubias. A continuación, venían los guisantes y las lentejas. No había ninguna diferencia entre lo que él comía y lo que se servía a los invitados, a excepción de que su comida no había estado en contacto con ninguna carne o grasa. Rechazaba incluso el caldo de carne. La carne le inspiraba literalmente horror. Estaba convencido de que su consumo apartaba de la vida natural al hombre. Cuando discutíamos sobre ese punto, nos citaba el ejemplo de los caballos y los elefantes, animales dotados de una gran fuerza, contrariamente a los perros, animales esencialmente carnívoros, que se agotan rápidamente al hacer un esfuerzo....
(Doce años junto a Hitler, Christa Schroeder)
Según Traudl Junge, otra de sus secretarias, los trastornos estomacales de Hitler se debían a su naturaleza nerviosa o imaginaria. Hitler tuvo varios cocineros dietéticos. Cuando Hitler estaba en Obersalzberg, una cocinera del sanatorio le preparaba su comida. Según Junge, Hitler tenía pasión por el aceite de linaza y le gustaba aderezar las patatas cocidas con ese aceite. Eva Braun también tenía problemas estomacales así que también comía platos con poca grasa.
Cabe decir también que si Hitler se hubiera atiborrado siempre de dulces como dicen, habría sido una persona obesa. Y Hitler sentía pánico a engordar. No le gustaba presentarse ante los alemanes con unos kilos de más. Y lo cierto es que siempre mantuvo un peso adecuado.



A mi entender, si Hitler padeció un "serio desorden digestivo", como se dice en el informe, se tuvo que deber forzosamente al ritmo de vida que llevó durante sus últimos años y añadido a los extraños medicamentos del Dr. Morell.




Sobre los malos modales de Hitler en la mesa. Hombre, cuesta entender que personas que le trataron a diario NUNCA comentaran nada al respecto y sea precisamente un militar que comió junto a él durante una veintena de veces quien se diera cuenta. Hitler trató durante su vida con personajes muy distinguidos. Durante su ascenso al poder siempre era invitado a comer junto a familias pertenecientes a la aristocracia y ya durante su mandato tuvo como invitados a personajes ilustres del mundo entero. Cuesta creer que nadie nos haya dejado testimonio de su mala educación. Mira que, 64 años después, nos viene un informe secreto y nos lo revela. ¿Qué curioso no?
ADOLF HITLER NATALICIO

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