Miguel Serrano y Nimrod de Rosario
Cartas y Fragmentos
Carta de Miguel Serrano a Nimrod de Rosario
(En esta carta, Miguel Serrano realiza varias críticas a Luis Felipe Moyano. Tal vez enceguecido por los celos, Serrano parece no comprender que Belicena Villca es una novela y no un libro de historia. Serrano critica que Moyano haya puesto en labios del Führer un discurso ficticio e irreal. Moyano ya le había explicado que se trataba de una novela y no de un hecho real, y que esa suprema síntesis de la sabiduría eterna debería ser expresada en la novela por el supremo lider de la Alemania eterna. La siguiente crítica importante de Serrano en esta carta se refiere a la vía húmeda propuesta por Moyano. Hay aquí un error en Serrano, pues ambas vías, la seca y la húmeda, son igualmente importantes y están en el mismo nivel, siendo libremente elegidas por ambos tipos de iniciados.)
Chile, 30 de Octubre de 1985
He recibido su carta y su libro, hace ya algún tiempo; pero me ha sido imposible preocuparme de ellos antes, como para darles la respuesta apropiada, por causa de tristes asuntos de familia, que hasta me impidieron llegar a Córdoba, adonde iba de viaje, debiendo regresar urgentemente.
Yo sí que debo decirle que toda alegría que pude sentir al recibir su obra fue inhibida y hasta destruida con la sorpresiva carta que me ha enviado con su libro.
No sé de qué está hablando usted allí, porque lo único válido entre nosotros debió ser nuestra correspondencia personal. Lo que yo le he escrito fue siempre con el mejor ánimo y dirigido a colaborar o ayudar en eso que creí pudiera llegar a ser un Opus conjunto, en ambos lados de la gran montaña o columna dorsal de los Andes.
Recuerdo que lo primero que le declaré fue que en estos territorios la mentira no es permitida, aunque fuera en una novela; porque los arios no mienten, al revés del judío, marcándose aquí la diferencia esencial. Y por ello, aunque fuera en una obra de ficción, no estaba permitido poner en boca del Führer, Adolf Hitler, largos parlamentos con tanto sabor gnóstico y que él nunca pronunció; porque todo lo que hoy huele gnosticismo, a dualismo –como también a monismo‐ está dentro del gran negocio judío.
Alfred Rosenberg afirmó: “La verdad del judío es la mentira orgánica”. Con esto, él estaba significando esa mezcolanza racial, horrible, ese mestizaje y bastardismo que definen a la anti‐raza judía. De allí no puede salir nada que sea verdadero. Su verdad es la mentira. Por eso, quien lucha contra el judío, o se defiende de él, tiene la obligación de levantarse contra la mentira, su producto exudado. Por eso yo también lucho, sincronísticamente, contra la mentira del holocausto judío. Afirmar que este holocausto es verdad, como usted lo hace, es colaborar con el judío, dejando de lado todas esas sofisticadas interpretaciones de que me habla. El combate es adentro y afuera, sincronísticamente. Esto es Magia. Y rehuir ese combate exterior puede aceptar varias interpretaciones y justificaciones; pero tiene un solo nombre: cobardía.
Le decía yo en aquella carta que, en esto que usted llama sabiduría hiperbórea, “no cabe la invención ni la mentira”. No estamos autorizados para ponernos a inventar cosas y luego atribuirlas a una “sabiduría hiperbórea revelada por los siddhas”, ni mucho menos atribuírselas a las SS., a la Thulegesellschaft, a Adolf Hitler, al Hitlerismo Esotérico o al Nacionalsolcialismo. Recuerdo, además, que he sido muy cuidadoso al no decir algo que pudiera crear un enfrentamiento. Por ello, cuando alguien me ha preguntado, para conocer mi opinión, sobre el tantrismo por ejemplo, postergué toda respuesta hasta conocer lo que usted me hiciera remitir sobre la “Mujer Lilith”. Desgraciadamente, no puedo estar de acuerdo con toda esa magia negra con prostitutas, con esa mugre; pero seguí siendo muy cuidadoso al dar mi opinión. Yo deseaba colaborar, adaptando las ondas, y este esfuerzo deberá usted reconocerlo en mi último libro, el cual se hallaba casi terminado cuando nuestra relación se iniciara. Al remitirme por primera vez sus escritos, me dijeron que lo hacían para colaborarme en la obra en que me hallaba empeñado y que “el trabajo iba a ser dedicado a Rudolf Hess y a mí”; porque usted ya había leído “El Cordón Dorado, Hitlerismo Esotérico”, aunque ahora pretende y diga lo contrario. Comprendiendo la importancia de lo que acontecía, guardé el más estricto secreto y no creo haber tratado nunca directamente con usted el asunto de los druidas, a pesar de conocer bien donde se hallaba el origen de su peregrina elucubración; el libro “La Otra Atlántida” de Robert Scrutton, donde un posible masón inglés, teósofo o algo así, ha publicado “La Crónica de Oera Linda”, por lo demás, de dudosa autenticidad. Ahí, Scrutton habla por su cuenta, refiriéndose a los “Golen”, que los frisones encontrarían en Asia Menor. Dice que les habrían invitado a pasar a Europa y a Inglaterra. De ahí usted, por su cuenta y partiendo de esas dudosas fuentes, llega a la conclusión de que “golen”, druida y celta son una misma cosa, conformándose así una construcción imaginaria que, sin embargo, coincide como dos gotas de una misma agua con un plan internacional que se viene poniendo en marcha desde hace ya varios años, para tratar de quitar de encima, de algún modo, la responsabilidad única y total de la gran conspiración al judío. Hemos podido ver así, en un libro ya citado por mí, “La Race Fabuleuse” de Gérard de Séde, el pretendido intento de hacer aparecer a los merovingios con mezcla de judíos; en seguida, unos investigadores a sueldo de la BBC de Londres, publican un Best Seller, “Holly Grail and Holly Blood”, en donde también se pretende lo mismo, atribuyendo ahora hasta “Los Protocolos de los Sabios de Sión” a una entidad sinárquica; el “Priorato de Sión” que pretendería instalar un “Rey del Mundo”, “de sangre merovingia‐judía. Y en Canadá se ha escrito un libro, aún no publicado, pero cuyo borrador he tenido en mis manos, culpando de la Gran Conspiración Mundial a los “Welsh”, es decir, a los galeses. Lo mismo que usted. De algún modo, el judío sería “suavizado”, y, al final, liberado de la absoluta culpa, al ser reemplazado por una “próxima raza raíz” gallega, u otro absurdo por el estilo, teosófico‐masónico. Y este plan judío, inspirado desde afuera, casi telepáticamente, o por hipnosis a distancia, se complementa y colabora perfectamente con la mentira de los seis millones del holocausto, las cámaras de gas, las “pantallas de lámparas y jabones hechos con piel de judíos”, en los campos de concentración nazistas, de tal modo que ya no se pueda recordar el único régimen en este mundo que dio solución justa, terminando con la servidumbre al interés del capital, magia negra judía que tiene esclavizados a los pueblos de esta América. Yo toda esta mentira, que a usted parece no afectarle, porque “se desmoronaría sola si fuera verdad” (Como si alguna mentira judía se haya desmoronado alguna vez sola en la Historia controlada por ellos, sin que los arios deban luchar para conseguirlo) a mi sí me afecta, porque hay camaradas que se encuentran en prisión y son torturados por el solo hecho de haberse levantado contra esa mentira.
Descubro también que el término “Berserkier”, o “Furor Berserkier” ha sido tomado por usted del mismo libro, “La Otra Atlántida”, escrito por ese dudoso personaje “mundialista” anglosajón.
Ahora bien, y para retomar el asunto de la “mentira orgánica”, cada vez que oigo mencionar el concepto de “raza raíz”, “raza del espíritu”, o del “Espíritu”, que “está sobre la sangre y la raza biológica”, etcétera, me entran unas irrefrenables sospechas sobre el origen mismo de quien así lo plantea. Y entro a parafrasear a Goebbels, diciendo: “Cuando oigo hablar de “espíritu” desenfundo mi pistola”. Y esto no porque no crea en el Espíritu, como usted antojadizamente me atribuye, sino porque entro a dudar de la procedencia de quien estas cosas así plantea. Ya he explicado en mi libro último mis sospechas sobre el mismo Evola y Claus, por exponer sus tesis “tradicionalistas” y “psicoetnológicas”, de las “razas del alma”, “del espíritu”, etcétera. En verdad no existe más que una raza que pueda expresar eso que estamos llamando Espíritu Hiperbóreo, y esta es la raza blanca nórdica y la sangre nórdica aria; porque sólo ahí se puede expresar el Espíritu, así como en un violín estradivario se puede ejecutar mejor a Bach. Y el mongol por ejemplo, no es más que una mezcla racial inferior del animal‐hombre, del negro con el amarillo; a los más, del amarillo con el blanco. Y ahí jamás encarnará el “Espíritu Hiperbóreo”. “Mirémonos de frente” decía Nietzsche, “nosotros somos hiperbóreos!”, Bueno, mirémonos en un espejo y ahí sabremos si pertenecemos a la raza blanca aria, o si somos mongoles, mestizos de indios, o bien mulatos.
Recuerdo que también me referí en una de mis cartas a que usted estaba usando toda mi terminología, hasta con las faltas de ortografía que yo cometiera en “El Cordón Dorado”. Allí, en sus escritos, aparecen “el Espejo de la Princesa Papán”, el concepto de “A‐mor” (estoy seguro de ser el único que los ha empleado en el mundo), “La Minne”, “Virya” (se escribe Virâ) y también “Cordón Dorado”, “Áurea Catena”, “Vril”, “Vraja”, “Tantrismo Kaula”, “Lilith”, etcétera, etcétera. Casi todos estos conceptos míos, me han sido robados por usted y, luego, desviados del sentido que yo les atribuí. Y, por último, después de recibir su carta, me parece que yo también pude esperar como mínimo que usted hiciera referencia de dónde y de quién le han llegado estos términos, que usted ha plagiado y expoliado. Cómicamente, en su carta usted tiene la desfachatez de advertirme sobre la necesidad de citar la fuente de su obra, “si yo llegara a referirme a ella, porque podrían existir derechos comprometidos”. Me veo, entonces, en la necesidad de hacerle yo esta advertencia, para el caso de una edición real, o en forma de un libro suyo, puesto que el plagio y la falsificación del sentido de los términos usados por el autor son penados por la ley, siendo muy estricta la Ley de Propiedad Intelectual en Chile, pudiendo establecerse el reclamo sin que su efectividad sea perjudicada por las fronteras nacionales.
Nunca pensé haber tenido que escribirle todo esto. Usted me ha obligado a hacerlo, como una reacción al inesperado ataque que me endilga y que, por supuesto, no puedo pasar por alto. ¿Y cómo aceptar aún ese extrañísimo “pacto de no agresión” que usted me propone, cuando ha empezado agrediéndome? ¿Por qué y para qué? En estos territorios tan esenciales, no cabe la “componenda” –la que usted propone‐. No se trata de “ortodoxia judaica”, u otra monserga semejante, sino de oposición esencial, de una Weltanschauung opuesta, diferente. La suya no concuerda en absoluto con la mía, con la del Hitlerismo Esotérico, ni con la del Nacional Socialismo exotérico. Nada tiene que ver con la lucha del héroe, del Virà, en el Yuga de los Héroes. Todo lo que usted visualiza es un escape vergonzante, una salida, porque en su dualismo gnóstico (que nada tiene que ver con Hitler, ni con las SS.) todo este mundo, el Universo entero es una prisión, una creación demiúrgica. Para el Hitlerismo Esotérico, para mí, es sólo una corrupción en la superficie, una mala copia revestida con una película de Maya. Y, al fondo, se halla una naturaleza pura y bella, tan llena de nostalgia como nosotros mismos, que nos pide a gritos que la redimamos, que la transfiguremos, que “la hagamos invisible dentro de nosotros”, como aseguraba Rilke. Hitler y la SS creían en la posibilidad de revertir la entropía. Y ese fue el origen del conflicto de Rosenberg y las SS con Spengler. En cualquier instante del Yuga de los Héroes es posible reconstruir Thule, retornar a la verdadera Edad Dorada de la Primera Hiperbórea –no a la copia del Demiurgo‐ derrotar al Enemigo, enderezar el Eje de la Tierra, transfigurarla conjuntamente con nuestra mutación, o con nuestra muerte heroica en el combate. “Porque la sangre de los héroes llega más cerca de Wotan que la plegaria de los santos”, que la “huida”, en una autorrealización onanística. Y porque los Héroes que mueren combatiendo por la causa justa del Führer, Adolf Hitler, serán rehechos en el Walhalla por las Valkirias y alcanzarán así la inmortalidad. Es decir, la lucha es sincronística, afuera y adentro, por la redención del mundo y la nuestra. Por ello, entramos voluntariamente aquí, para combatir, no para escapar de un Universo sin esperanzas, de una prisión, sino para impedir que el “plagio” (El Demonio y el judío siempre plagian, falsifican, corrompen) y la corrupción no sigan extendiéndose junto con ese Universo corrompido, a expensas del Universo de los Divyas, o Siddhas, a expensas de Hiperbórea. Combatir aquí, dentro del mismo campo del Enemigo. Este es el Idealismo Mágico de Novalis, el de los SS, el de Hitler y su Nacional Socialismo. Y es por eso, también, que el ario nórdico, de raza biológica pura, de sangre biológica pura, ama la Naturaleza (porque ambos poseen Nostalgia, Minne). La belleza de la Naturaleza tiene su origen en idéntica Nostalgia. Y por eso, la anti‐raza judía odia la aturaleza.
El plan judío y del Demiurgo, del Demonio, del Enemigo, es predicar el escapismo. Lo ha hecho de muchos modos diferentes en nuestro tiempo: con la droga, con el “hippismo”, con “el amor universal”, con el homosexualismo, el lesbianismo, el orientalismo, el gnosticismo, el “tantrismo”, el “ovnismo”, el boom artificial y la falsificación de las obras de Hermann Hess y de C. G. Jung. Y también ahora, en menor scala, pero igualmente peligroso, con usted. Así se desvía y desvirtúa el combate de la juventud (y no solo de la juventud), al mismo tiempo se les saca de la recta lid en este ndo, debilitándola, degenerándole, para poder dejar en las solas manos judías el control de la situación total en el planeta (y no sólo en el planeta).
Lo vuelvo a repetir: el obnubilamiento del Virâ, del héroe, débese al “pecado racial”, a la mezcla con los hijos del “animal‐hombre”, al mestizaje, siendo aún posible la regeneración, intentando retornar por el caminar retrógrado, el de la Swástica Levógira –urdaveretar‐ . “El pecado contra la sangre y la raza es el pecado original y marca el ocaso de la humanidad que se le rinde”. Y estas sí son palabras dichas por el Führer, Adolf Hitler (“Mi Lucha”).
No, aquí no pueden existir pactos ni componenda. Hay muchas vidas jóvenes comprometidas, también en Argentina, a ambos lados de la Columna Vertebral del Polo Sur, morada del demonio, por el momento. El Führer también lo dijo: “Sólo la política admite la componenda; la Weltanschauung, la concepción del mundo, nó”. Y sólo lo que Hitler dijo –en todo lo que se refiera al Hitlerismo, especialmente, es verdad para nosotros. No podemos, por ello, inventarle palabras y aseveraciones al Führer ni a las SS. Tampoco a los Siddhas; aunque se nos antoje comenzar a afirmarlo en nombre de una supuesta iniciación, o de una Orden “Tirodal”, recién inventada, de “Caballeros de la República Argentina”, u otra cosa por el estilo.
Puede, por lo tanto, tener la seguridad de que no entraré en mayor polémica, ni siquiera en un intercambio epistolar, el que doy por definitivamente terminado. No dispongo de tiempo exterior ni interior para ello, aunque sí esta carta deberá circular entre la misma gente que usted hiciere circular las que me dirigiere. Siempre guardé el más absoluto secreto y reserva en todo lo que tuvo que ver con nuestra comunicación, que pese a ser importante para mí, en la sorpresa de los primeros tiempos. Bueno! Las cosas se han venido a dar de otro modo al presente, y no por culpa mía. Mi interés primordial se centra en el deseo de preservar la pureza y la transparencia de mi lucha, de mis conceptos y mis vivencias, no pudiendo otorgar a nadie el derecho de plagiarlos y desviarlos hacia un sentido diferente al que yo le diere.
Miguel Serrano
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