martes, 17 de junio de 2014

Adolf Hitler, EL FÜHRER DE LA RAZA ARIA

Adolf Hitler, EL FÜHRER DE LA RAZA ARIA



  

HITLER: EL FÜHRER DE LA RAZA ARIA 1- Juventud de Adolf Hitler 2- La Primera Guerra Mundial 3- Origen del movimiento político nacionalsocialista 4- El yoga de la Thule 5- Hitler guia la Thule 6- El ritual de iniciación 7- Un miting en Nurenberg 8- El Reich de los Mil Años 9- Esoterismo y acción: la toma del poder del nacional socialismo 10-Miguel Serrano y el “Hitlerismo esotérico” en la actualidad 1- Juventud de Adolf Hitler Adolf Hitler nace en Braunau del Inn (Austria) a las 18,30 horas del día 20 de abril de 1889. Es hijo del funcionario de aduanas Aloys Schicklbruber (quien más adelante cambiará su apellido por el de Hitler) y de Klara Pölzl. La tarde de ese sábado 20 de abril las nubes se desplazaban monótonamente cubriendo totalmente el cielo de aquel lugar situado en la frontera de los dos grandes estados alemanes. No llovía y el termómetro marcaba 7º. Klara Pölz dio a luz a un niño de aspecto débil, cabello oscuro y ojos azules. Las primeras personas que le vieron fueron la comadrona Franziska Pointecker y Johanna Pölz, una hermana soltera de Klara Hitler. Dos días más tarde, es decir, el lunes de Pascua, a las 15,15, el sacerdote católico Ignaz Prost le bautiza, imponiéndole el nombre de Adolf. En noviembre de 1898, cuando Adolf todavía no había cumplido los 10 años, su padre adquiere una casa en Leonding, en la ciudad austríaca de Linz, a la cual se traslada en febrero de 1899. Durante mucho tiempo esta fue considerada como “la casa paterna del Führer” y desde 1938 se convirtió en lugar de peregrinación, siendo visitada por miles de personas llegadas de todos los rincones del mundo, quienes escribieron sus nombres en el libro preparado al efecto. Hitler conoció a dos hermanos: Edmund y Paula. El primero, Edmund Hitler, nació en 1894, y murió con cinco años víctima del sarampión el 2 de febrero de 1900. Paula Hitler nació en 1896 y murió en 1960. En Linz, el joven Adolf descubre los relatos de la Historia antigua alemana como la conocida obra de Gustav Schwab, obras que le permiten descubrir el mundo mítico y misterioso. August Kubizek, su amigo de juventud se refiere así al mundo de las ideas del joven Adolf: “En su oposición con el mundo burgués que no tenía qué ofrecerle con su mentira y su falsa devoción, Hitler buscaba instintivamente su propio mundo y lo encontró en el Origen y los tiempos primeros del propio pueblo. Esta época largo tiempo ya desaparecida y cuyo conocimiento histórico es siempre incompleto, se convirtió en su interior apasionado en un presente lleno de sangre y vitalidad. Los sueños se convirtieron en realidades. Con su innata fantasía, que todo lo transformaba, se abrió paso hasta los albores del pueblo alemán, que consideraba como la más bella época. Se sumió con tal intensidad en esta época, de más de mil quinientos años de antigüedad, que yo mismo, que procedía de una vulgar existencia cotidiana, debía llevarme a veces las manos a la cabeza: ¿Vivía él, realmente entre los héroes de aquellos oscuros tiempos primitivos, de los que hablaba con tanta objetividad, como si vivieran todavía los bosques por los que vagábamos nosotros al anochecer?. ¿Era este incipiente siglo veinte, en que vivíamos nosotros, en realidad, un extraño e ingrato sueño para él?. Su manera de mezclar el sueño y la realidad y confundir sin reparos los milenios, me hacían temer a veces que mi amigo no podría encontrar un día el camino verdadero entre la confusión creada por él mismo. Esta continua e intensa relación con las viejas leyendas germanas creó en él una extraordinaria sensibilidad para comprender la obra de Richard Wagner...”. Las óperas de Wagner inspiradas por el grandioso universo musical que generan vinculado a las antiguas leyendas nórdicas, llaman desde bien joven poderosamente la atención del joven idealista austríaco. Cuando Hitler ya había sido ungido Führer del Tercer Reich, August Kubizek, su amigo de juventud, recordaba así un frío atardecer de otoño... “¡Fue el instante más impresionante vivido al lado de mi amigo! (...) Lo que más fuertemente ha quedado grabado de mi amistad con Adolf Hitler no son sus discursos ni tampoco sus ideas políticas sino aquella escena nocturna en el Freinberg. Con ello se había decidido de forma definitiva su destino. Es cierto que exteriormente se mantenía en su proyectada carrera artística, sin duda por consideración a su madre; pues para éste se aparecía ciertamente como un objetivo más concreto cuando decía que sería pintor artístico que si hubiera dicho: seré político. Sin embargo, la decisión de seguir por este camino tuvo lugar en esta hora solitaria en las alturas que rodean la ciudad de Linz. (...) Era un atardecer frío en que anochecía temprano. (...) Adolfo esta en la calle con su abrigo negro, el sombrero hundido sobre la frente. Me hace una seña, con impaciencia. Esta noche se representa en el teatro Rienzi, una ópera de Richard Wagner, lo que nos tiene en una gran tensión”. Ya en la representación de la ópera, en el teatro, Hitler y su amigo presencian cómo el pueblo de Roma es subyugado y sometido a la servidumbre y al deshonor por la altiva y cínica nobleza. Entonces surge Rienzi, un hombre sencillo y desconocido, el liberador del pueblo torturado y dice: “Pero si oís la llamada de la trompeta resonando en su prolongado sonido, despertad entonces, acudid todos aquí: ¡Yo anuncio la libertad a los hijos de Roma!” En un audaz golpe de mano Rienzi libera Roma pero acabará siendo traicionado por sus propios seguidores quienes acaban asesinándolo. En la conjura para asesinarle, los nobles dicen: “¿El populacho? ¡Bah! Rienzi es quien hizo de ellos caballeros, ¡quitadles a Rienzi, y será lo mismo que era antes!”. La chusma, excitada por los mismos poderosos que abusan de ella y la oprimen, se lanza contra quien pretendía liberarla: Rienzi. Entonces, este se dirige una vez más a la masa diciéndola: “¡Pensad! ¿Quién os hizo grandes y libres? ¿No recordáis ya el júbilo, con el que me acogisteis entonces, cuando os di la paz y la libertad?”. Mas ya nadie le escucha. De sus propias filas salen los traidores y antes de que las llamas hagan presa en él maldice al pueblo por el que vivió y combatió: “¿Cómo? ¿Es esta Roma? ¡Miserables! ¡Indignos de este nombre, el último romano os maldice! ¡Maldita. destruida sea esta ciudad! ¡Cae y púdrete, Roma! ¡Así lo quiere tu pueblo degenerado!” Conmovidos tras presenciar la caída de Rienzi los dos amigos abandonan el teatro. Es media noche y la fría y húmeda niebla abraza las estrechas callejuelas del centro. Hitler camina serio y concentrado en sí mismo, las manos profundamente hundidas en los bolsillos del abrigo. Se dirigen hacia las afueras de la ciudad. Generalmente tras asistir a una representación de ópera, Hitler empezaba a hablar y juzgar agudamente la obra, pero en este caso guarda silencio largo tiempo. Sorprendido por esta actitud, su amigo Kubizek le pregunta por su parecer sobre la obra. Entonces Adolf le mira extrañado y casi con hostilidad le dice: -“¡Calla!” –Grita hoscamente. Los dos amigos se dirigen a las afueras de la ciudad hacia las alturas del monte Freinberg. Hitler camina ensimismado delante de Kubizek, quien empieza a sentir un ambiente que le mueve a inquietud. Hitler lleva el cuello del abrigo levantado y parece más pálido que de costumbre. Siguiendo el camino, atraviesan por diversos prados dejando atrás la niebla gravitando sobre la ciudad como una masa abstracta. “¿Dónde quieres ir?” –quiere preguntar Kubizek, pero la seriedad de su amigo le evita hacer la pregunta. Entonces Kubizek continúa el relato de lo acontecido aquella noche: “Como impulsado por un poder invisible, Adolf asciende hasta la cumbre del Freinberg. Ahora puedo ver que no estamos en la soledad y la obscuridad: pues sobre nuestras cabezas brillan las estrellas. Adolf está frente a mí. Toma mis dos manos y las sostiene firmemente. Es éste un gesto que no había conocido hasta entonces en él. En la presión de sus manos puedo darme cuenta de lo profundo de su emoción. Sus ojos resplandecen de entusiasmo. Las palabras no salen con la fluidez acostumbrada de su boca, sino que suenan rudas y roncas. En su voz puedo percibir cuán profundamente le ha afectado esta vivencia. Lentamente va expresando lo que le oprime. Las palabras fluyen más fácilmente. Nunca hasta entonces, ni tampoco después he oído hablar a Adolf Hitler como en esta hora, en la que estando tan solos bajo las estrellas, parecíamos las únicas criaturas de este mundo. Me es imposible reproducir exactamente las palabras de mi amigo en esta hora. En esos momentos me llama la atención algo extraordinario, que no había observado jamás en él: al hablarme lleno de entusiasmo, parece como si fuera otro Yo el que habla por su boca, que le conmueve a él mismo tanto como a mí. Pero no es, como suele decirse, que un orador es arrastrado por sus propias palabras. Al contrario, tengo más bien la sensación de que él mismo vive con asombro y emoción incluso lo que con fuerza elemental surge de su interior. No me atrevo a ofrecer ningún juicio sobre esta observación. Pero es como un estado de éxtasis, un estado de total arrobamiento, en el que lo que vivido en Rienzi, sin citar directamente este ejemplo y modelo, lo sitúa en una genial escena, más adecuada a él, aun cuando en modo alguno como una simple copia de Rienzi. (...) En imágenes geniales, arrebatadoras, desarrolla ante mí su futuro y el de su pueblo. Hasta entonces había estado yo convencido de que mi amigo quería llegar a ser artista, pintor, para más exactitud, o tal vez también maestro de obras o arquitecto. (...) Ahora, sin embargo, habla de una misión, que recibirá un día del pueblo, para liberarlo de su servidumbre y llevarlo a las alturas de la libertad. (...) El silencio sigue a sus palabras. Descendemos de nuevo hacia la ciudad. De las torres llega hasta nosotros la hora tercera de la mañana. Nos separamos delante de mi casa. Adolfo me estrecha la mano en señal de despedida. Veo, asombrado, que no se dirige en dirección a la ciudad, camino de su casa, sino de nuevo hacia la montaña. -¿Adónde quieres ir? –Le pregunto asombrado. Brevemente replica: -¡Quiero estar sólo!. Le sigo aún largo tiempo con la mirada, envuelto en su obscuro abrigo, descendiendo sólo por las calles nocturnas y desiertas”. Treinta años más tarde, en 1939, Hitler y Kubizek se encontraron en casa de la señora Wagner en Bayreuth. En la reunión el Führer dirigiéndose a la señora Wagner, afirma Kubizek, relató aquella escena vivida en Linz, tras lo cual dijo gravemente: - “En aquella hora empezó”. Aquellos años en los que el joven Adolf descubría la magia del mundo del mito y el misterio en las gloriosas evocaciones musicales de Wagner y otros autores germanos, le marcaron igualmente por la dura realidad cotidiana de este mundo. En enero de 1903 muere su padre, cuando el joven Adolf apenas tiene 13 años y su madre muere el 21 de diciembre de 1907 a consecuencia de una larga enfermedad. A tan temprana edad, Hitler y su hermana Paula quedaron huérfanos de padre y madre. Si bien en mayo y junio de 1906 Hitler se había hospedado por primera vez en Viena, será tras la muerte de su madre y después de arreglar todo lo relacionado con la herencia cuando Hitler se traslade definitivamente a Viena. a la Stumpergrasse 29 con su amigo August Kubizek. Cuando Kubizek ha de cumplir con el servicio militar obligatorio, Hitler cambia de domicilio, pasando a vivir en varias residencias de la capital austríaca. Durante este tiempo trabaja ocasionalmente de peón en la construcción y dibuja, pinta cuadros, carteles de publicidad y propaganda, proyecta edificios y ejecuta relieves en paredes. Reinhold Hanisch se encargaba de venderle los cuadros hasta que Adolf le denunció por estafa. Al romper con Hanisch, Hitler se dedica a vender sus propios trabajos. Solía trabajar por las mañanas; pinta un cuadro al día y los vende por la noche, entregándoselos él mismo a sus clientes (mecenas judíos, profesores y comerciantes). Los cuadros le proporcionan el suficiente dinero como para permitirle renunciar a favor de su hermana Paula, en mayo de 1911, a la pensión de orfandad a la que tenía derecho hasta abril de 1913. El 24 de mayo de 1913, Hitler abandona Viena y marcha a Munich, donde alquila una habitación en casa de un sastre y comerciante llamado Josef Popp. En este domicilio vivirá hasta el comienzo de la guerra. El 1 de agosto de 1914 empieza la primera guerra mundial y el 16 del mismo mes, Hitler se presenta voluntario en el regimiento de infantería 16. 2- La Primera Guerra Mundial Según se ha podido comprobar, Hitler fue un soldado valiente y cauteloso que mereció las alabanzas de varios jefes, además de un buen camarada. Sus enemigos políticos de la época de Weimar extendieron el rumor –repetido obsesivamente después de 1945– de que habría llevado injustamente la Cruz de Hierro de Primera Clase. Al respecto de esta condecoración, Hitler escribió desde el frente una carta de cuatro páginas a Josef Popp en la que entre otras cosas decía: “...Me ascendieron a cabo y milagrosamente conseguí salir sin un rasguño; después de tres días de descanso seguimos avanzando, luchamos en Messines y Wytschaete. Allí atacamos dos veces, pero las cosas eran más difíciles cada vez. En mi compañía sólo quedaban ya 42 hombres y en la undécima, 17. Afortunadamente, llegaron tres transportes con 1.200 hombres de reserva. en el segundo combate ya me propusieron para la Cruz de Hierro. Nuestro capital cayó gravemente herido ese mismo día y el asunto de las condecoraciones se enfrió. en compensación fui nombrado enlace de la Plana Mayor, especialmente durante los combates. Desde entonces puedo decir que arriesgo la vida todos los días, y que en más de una ocasión he visto la muerte frente a mí. El propio Teniente Coronel Engelhardt me propuso de nuevo para la Cruz de Hierro. Pero ese mismo día también él cayó herido. Era el segundo oficial que mandaba nuestro regimiento, pues el primero murió al tercer día de entrar en combate. Su ayudante, Eichelsdörfer, volvió a proponerme y, por fin, ayer dos de diciembre, obtuve la Cruz de Hierro. Fue el día más feliz de mi vida. La mayoría de mis camaradas que también se la habían ganado están muertos. Le ruego, estimado Sr. Popp, tenga la amabilidad de guardarme el periódico en el que venga la concesión de dicho galardón. Me gustaría conservarlo como recuerdo si Dios me permite seguir viviendo”. Al final de la carta se despide con estas palabras: “Pienso en Munich a menudo y especialmente en Vd., estimado Sr. Popp... A veces me invade una gran nostalgia. Voy a terminar ya esta carta rogándole disculpe mi retraso en escribir; la culpa la tuvo la Cruz de Hierro”. Janet Flanner, un periodista de los años 30 publicaba una entrevista concedida por Hitler en la que este relataba una experiencia vivida durante las mortíferas batallas de la Primera Guerra Mundial, cuando se hallaba en una trinchera con varios camaradas: “repentinamente pareció que una voz me decía: ¡Levántate y vete de donde estás!. La voz era tan clara e insistente que automáticamente obedecí, como si se tratara de una orden militar. De inmediato me puse en pie y caminé unos veinte metros a través de la trinchera. Tras de lo cual me senté para continuar comiendo, con la mente de nuevo en calma. Al instante de haber hecho lo que la voz me indicaba, desde el lugar de la trinchera que acaba de abandonar, llegó un destello y un estampido ensordecedor. Era un obús perdido que había estallado en medio del grupo donde había estado sentado anteriormente. Todos los camaradas ahí presentes murieron”. Tras cuatro años de guerra y terribles batallas en los frentes occidentales del Reich, principalmente en Flandes, Alsacia y Francia, el cuatro de agosto de 1918 Hitler es Distinguido con la Cruz de Hierro de Primera Clase. El 15 de octubre del mismo año sufre un envenenamiento ocular por gas en La Montagne, siéndole dados los primeros auxilios en el hospital bávaro de campaña de Oudenaarde. Hasta mediados de noviembre permanece en el hospital prusiano de Pasewalk, siendo dado de alta el 21 de noviembre. Pero el 7 de noviembre de ese año de 1918, Alemania capitulaba cuando todos los frentes bélicos se hallaban fuera de sus fronteras. Es decir, la capitulación alemana no se debió a una derrota militar sino exclusivamente a la traición llevada a cabo desde dentro por políticos “alemanes” vendidos al enemigo de la nación. El valor y la camaradería militar de Adolf Hitler están perfectamente documentados. En la primavera de 1922, es decir, en una época en la que no existía interés personal alguno en ensalzar a Hitler, el teniente coronel Lüneschloss, el general de brigada Friedrich Petz, el coronel Spatny, antiguo comandante del Regimiento de Infantería nº 16, y un caballero de la Orden de Maximiliano José, el teniente coronel Anton Freiherr von Tubeuf, antiguo batidor y ciclista de un regimiento, coincidieron en describir a Hitler como un soldado valeroso, dispuesto al sacrificio, de gran sangre fría y de carácter intrépido. Lüneschloss, por ejemplo, declaró lo siguiente: “Jamás rehusó un servicio; siempre estaba dispuesto a cumplir las órdenes que fueran, incluso las que nunca hubiéramos confiado a otros asistentes”. Petz manifestó: “Hitler... poseía una inteligencia muy despierta y una gran fortaleza física. El arrojo personal y el valor con que se enfrentaba a las situaciones más peligrosas y a los combates más sangrientos son dignos de mención”. El 20 de marzo de 1922 Spatny recordaba lo siguiente: “La estrecha e inestable línea de batalla (Norte de Francia, Bélgica) en la que se encontraba el Regimiento exigía a todos sus componentes un enorme sacrificio y un enorme valor individual. En este aspecto, Hitler constituía un ejemplo único para todos sus compañeros. Su valor personal y su conducta ejemplar en todas las situaciones ejercían una gran influencia entre sus camaradas, lo que, además de sus virtudes personales, hizo que tanto sus superiores como sus iguales le tuvieran en gran estima”. Von Tubeuf, que fue quien le concedió la Cruz de Hierro de Primera Clase, también hizo una descripción semejante a la de sus compañeros: “Infatigable y siempre dispuesto a cumplir cualquier servicio; no había ninguna situación, por peligrosa que fuera, a la que no se presentara voluntario; contínuamente estaba dispuesto a sacrificarse por los demás y por su Patria. De todos los soldados, fue con él con quien tuve más trato, incluso en el plano humano; me gustaba mantener con él conversaciones privadas en las que ponía de manifiesto el gran amor que sentía por su Patria y durante las cuales me exponía todas sus teorías, fruto de una profunda reflexión”. En la propuesta que el teniente coronel barón von Godin dirigió el 31 de julio de 1918 a la 12ª Brigadade Infantería, decía lo siguiente: “Tanto en los combates de posición como en guerra abierta ha demostrado ser un enlace de gran sangre fría y enorme valor, siempre dispuesto a llevar las órdenes donde fuera, incluso en las situaciones más peligrosas y sin miedo a arriesgar la vida. Cuando en los combates más duros quedaban interrumpidas todas las comunicaciones, Hitler, soldado infatigable y sacrificado, se encargaba de que las órdenes más importantes llegaran a todos los puntos. Fue condecorado el 02.12.1914 con la Cruz de Hierro de Segunda Clase por el valeroso comportamiento demostrado en la batalla de Wytschaete. Personalmente, creo que reúne los meritos suficientes para ser galardonado con la Cruz de Hierro de Primera Clase”. 3- Origen del movimiento político nacionalsocialista Vamos a ver ahora cómo, desde sus modestos orígenes, Hitler llegó a convertirse en líder indiscutible del movimiento nacionalsocialista y finalmente en Führer del Tercer Reich. Nos situamos en el tiempo inmediatamente anterior al surgir del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (N.S.D.A.P.), el cual tiene su origen en una de tantas asociaciones (bund) en las que el pueblo alemán tendía a organizarse de forma natural. En este caso se trataba de la Germanenorden (la Orden de los Germanos), fundada el 12 de marzo de 1912, que también incorporaba La liga del Martillo y otros grupos de carácter nacionalista y antijudío. En mayo de 1914, la Germanenorden (GO) convocó a todas las asociaciones nacionalistas germánicas a un congreso, con el objetivo de crear una sociedad secreta que pudiera hacer frente al poder mundial del judaísmo. En agosto, los miembros de la GO eran ya varios millares, afiliados a centenares de logias en las cuales las ideas de Guido von List y Lanz von Liebenfels eran apreciadas tanto por su investigación de la antigua tradición aria como por su antijudaísmo. 4- El yoga de la Thule Pero será en 1916 cuando la GO reciba un impulso decisivo con la irrupción de Rudolf von Sebottendorff. Joven inquieto y aventurero, después de haberse matriculado en el Politécnico de Berlín viajó por todo el mundo y se instaló durante un tiempo en El Cairo, donde estableció contacto con el misticismo islámico y con la enseñanza de los derviches Mevlevi. De estas primeras experiencias extrajo el núcleo de una enseñanza iniciática que perfeccionó durante los años posteriores en Constantinopla, donde estuvo al servicio de Hussein Pasha como superintendente de sus propiedades. Sebottendorff entró a formar parte de una logia del Rito de Memphis y creó un sistema de meditación y respiración con técnicas de posicionamiento de las manos y el cuerpo. Su actividad espiritual se nutrió también de la antigua sabiduría egipcia, porque ya en 1900 había visitado la pirámide de Keops en Giza, estudiando su significado cosmológico y numerológico y aproximándose así a la gnosis oculta de la teocracia faraónica. Poco a poco, Sebottendorff llegó a la conclusión de que runas y misticismo islámico tenían un origen común y, a partir de esta idea, continuó sus estudios elaborando una especie de yoga silábico, en el cual después de haber adoptado ciertas posturas físicas especiales y realizando una respiración controlada, se recitaban ciertas sílabas místicas (mantras). Su sistema se proponía acumular la mayor fuerza cósmica posible dentro del cuerpo y dirigirla a unos puntos concretos para captar sabores y olores sutiles, hasta acceder a la percepción de la “sombra negra”. Este logro señalaba el comienzo de una nueva vida espiritual y se ritualizaba dando al discípulo un grado iniciático. El paso siguiente lo conducía a niveles superiores de meditación, hasta alcanzar la visualización interior de los colores, con un sistema inspirado en los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, que también fue una de las fuentes espirituales en las cuales se inspirarían para diseñar el sistema de meditaciones de las SS, en el castillo de Wewelsburg. Todas estas técnicas habían tenido como objetivo el perfeccionamiento del individuo para conseguir su conversión en un ser espiritual completo, según la misma enseñanza, entre otras, de la masonería turca. Así como la masonería occidental se hallaba bajo dominio del judío, la masonería turca, no lo estaba, conteniendo mucho del conocimiento antiguo. En 1913 Sebottendorff regresó a Alemania y se afilió a la Germanenorden, convirtiéndose en responsable de su sección bávara. Con él encontramos al joven Walter Nauhaus, estudioso de las tradiciones esotéricas, y a otros exponentes de aquella cultura pangermanista en la cual se daba tanto el ocultismo como la investigación histórica en la línea de List, buscando la cultura aria original para contraponerla al poder mundial judío, en el cual veían la mayor amenaza, como corruptor legendario de la raza aria, la cual había venido degenerando desde el final de la Edad de Oro. Por este motivo, la logia realizaría una labor de información y propaganda racial con demostraciones científicas de la decadencia provocada por la mezcla con otras razas. Sebottendorff se refiere a la masonería, la cual se hizo con “una doctrina secreta, transmitida a los miembros de aquellas hermandades de constructores medievales que erigieron las catedrales góticas. Reencontramos en la doctrina profesada por los alquimistas y los rosacruces, que se habían afiliado a las corporaciones, una masa importante de enseñanzas sapienciales arias”. Una de estas enseñanzas es la “construcción del Halgadom” (el “templo interior” de los rosacruces) de ahí que escribía: “Frente a la contrainiciática construcción del templo de Sión, empuñamos la espada de hierro y el martillo y dedicaremos nuestro empeño a la edificación del Halgadom germánico (…) La historia nos enseña que mientras el ario construye, el judío destruye”. En su libro “Antes que Hitler llegara” (1933), Sebottendorff afirmó que las obras de List y Liebenfels “eran un inestimable patrimonio de datos digno de tenerse en cuenta, a pesar de su mística a ultranza” y sostuvo que Philipp Stauff, conocido por sus investigaciones rúnicas, había reunido en la Asociación de los seguidores de List a los auténticos discípulos de éste. La logia berlinesa de la Sociedad Guido von List se escindió y en 1912 Stauff y sus colaboradores entraron a formar parte de la Germanenorden (GO). Por tanto, disponemos de un respaldo documental sólido para afirmar que, desde esas fechas, la GO tenía en su interior guías como Stauff, Nauhaus, Sebottendorff y otros que aprobaban y practicaban las enseñanzas de List y Liebenfels. Si añadimos los ejercicios de yoga de la masonería turca y la preparación iniciática de Sebottendorff, tenemos que admitir que la GO estaba impregnada por un saber ocultista que, de cara a las masas, expresaba abiertamente su ideología con discursos nacionalistas, así como a través del órgano oficial de la logia, “Runen”, dirigido y financiado por Sebottendorff, cuyo primer número apareció en enero de 1918. Las ceremonias importantes se realizaban durante los solsticios, como era costumbre entre los antiguos germanos, y el emblema de esta sociedad incluía una esvástica, según las enseñanzas de la ariosofía. Los adeptos de la GO llevaban asimismo un anillo rúnico; el mismo anillo de poder –diseñado por Karl Willigut, conocido como “Weisthor”, el consejero-mago del Reichsführer SS Himmler– que encontraremos más tarde entre los oficiales superiores de estas tropas de asalto (las SS) como distintivo, con las runas y una calavera por fuera y la firma de Himmler por dentro. 5- Hitler guía la Thule El 18 de agosto de 1918 la logia bávara de la GO cambió oficialmente su nombre por el de Sociedad Thule, como cobertura para las actividades políticas. En este contexto, Thule Bund significa el regreso a la mítica Edad de Oro en lo que esta sociedad consideraba la zona de origen de la civilización aria. Las ceremonias de iniciación reclamaban la mítica patria nórdica y ligaban el ritual masónico con la religiosidad wotánica solar, algo evidente en los símbolos de la esvástica y en la imagen de Odín-Wotan que reproducían los pliegos oficiales de la logia. Entre los invitados de la Thule a dictar conferencias encontramos a personajes que habrían de jugar un papel clave en el Partido NS, como Alfred Rosenberg, articulista del “Muenchener Beobachter” (el periódico de la Thule que se transformaría en el “Völkischer beobachter”, órgano oficial del Partido Nacional Socialista), o al futuro ministro de cultura, Dietrich Eckart, maestro espiritual de Hitler. Otro miembro destacado de esta sociedad era Rudolf Hess, estudioso de esoterismo, gran amigo de Hitler y también de Hans Frank, que sería el futuro gobernador de Polonia en 1939. Pero, ¿cómo llegó Hitler a la Thule y al Partido NS?. Después de combatir en la I Guerra Mundial, donde, como hemos detallado, sería condecorado con la Cruz de Hierro de Primera Clase, y ser herido en las trincheras, regresó a Munich, donde trabajó como informador de la policía militar, interesada en reunir información sobre algunos grupos que operaban en dicha ciudad. Con este objetivo, en septiembre de 1919, el futuro Führer participó en una reunión del Deutsche Arbeiterpartei (DAP), el Partido de los Trabajadores Alemanes y pantalla política de la Orden o Sociedad Thule, fundado el 5 de enero de ese mismo año en una cervecería de Munich por Anton Drexler, miembro de la Thule. Hitler quedó vivamente impresionado por las ideas del nuevo partido –que estaban en perfecta sintonía con las suyas– y presentó a sus superiores un informe favorable. Volvió a visitar el grupo y se inscribió en el mismo como afiliado número 7. Poco tiempo después asumía la presidencia y la organización acabó adoptando el nombre de Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (N.S.D.A.P.). La Orden de Thule había encontrado al jefe adecuado y su propio destino político. En esta orden se promovía la idea de que el pensamiento científico debía enfocarse en la misión de demostrar y desarrollar las cualidades latentes de la raza aria. Volvemos a encontrar aquí las ideas de la ariosofía, que serían aplicadas con la típica disciplina alemana por la SS durante el III Reich. Por lo tanto, la Thule tenía como objetivo crear una élite destinada a ocupar los puestos clave en la conducción de la nación en busca de su ser, velando por su purificación eugenésica. Esta ideología venía siendo difundida por la corriente ariosófica desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los primeros años del S XX. En la base de este pensamiento subyace un recuerdo, una nostalgia por los orígenes, en el sentido de una “caída” desde la pureza original (la Edad de Oro) como efecto del pecado (la mezcla con razas animales) y la convicción de que el judío actúa siempre como promotor de dicha degradación. Llegados a este punto disponemos elementos para afirmar que la Orden de Thule, de la cual el nacionalsocialismo nació como brazo político, catalizó una corriente de pensamiento que tenía su origen en una demanda religiosa, como ocurrió en el caso de la ariosofía. Sin embargo, la Thule fue dejada a un lado por Hitler cuando llegó al poder. El Führer decidió convertir el NSDAP en un gran partido de masas mientras la Thule fue perdiendo importancia a medida que éste ganaba protagonismo. Una vez transformado el Führer ungido por su pueblo, la matriz ocultista de la cual había surgido el partido carecía de función, dado que éste mismo partido, era la nueva religión de una Alemania redimida. Sin embargo, no cabe duda de que Sebottendorff y otras personalidades de la GO y de la Thule fueron vitales en la formación del Führer y en la formulación de su doctrina política. Para confirmar este aspecto basta una mirada a los miembros más famosos y a la influencia que tuvieron sobre Hitler. Dietrich Eckart, a quien consideraba su mentor, era el maestro al cual recurría en busca de consejos y sugerencias sobre diversos asuntos. Hitler lo consideraba un hombre de sabiduría superior. Eckart era un estudioso de lo oculto y de la magia tibetana y estaba introducido en la alta sociedad de Munich. Probablemente las largas conversaciones que mantenía con Hitler regularmente le permitieron transmitirle sus conocimientos. Estaba convencido de que la raza aria había de mantener una guerra terrible en todo el mundo contra las razas animales y los subhombres. El destino escatológico del mundo, se realizaría a través de la victoria final de la raza aria, única portadora de la salvación espiritual. En la Thule también hallamos a Karl Haushofer, quien había sido agregado militar en Tokio. Éste se dedicó al estudio de las doctrinas teosóficas y quedó convencido de que los arios habían pasado y levantado imperios y civilizaciones por diferentes zonas de Asia, como el mismo Tíbet, lugar que creía podía ser uno de sus lugares de origen. Con el estallido de la I Guerra Mundial regresó a Alemania y se adhirió a la GO. Al final del conflicto aceptó el cargo de profesor de geopolítica en la Universidad de Munich, donde profundizó en un concepto de sangre y suelo según el cual la supervivencia de una raza depende de la conquista del lebensram (espacio vital). Su interés por las ciencias ocultas incluía la astrología, de la que era un entendido, como Sebottendorff. Todos estos elementos los encontraremos también en Hitler y otros líderes del Partido, como el general Ludendorff, que participó junto con Hitler en el intento de tomar Munich, el Putsch de Munich, en la famosa marcha del 8 de noviembre de 1923, e incluso en el presidente Hindenburg, quien sustentaba una creencia que combinaba varios elementos esotéricos y astrológicos. Haushofer frecuentó a Hitler durante el periodo de su detención en Landsberg, donde éste había sido recluido por su participación en el fallido Putsch de Munich. Es difícil creer que Haushofer no le hubiera hablado de lo que era su pasión, es decir, de la búsqueda de Agartha y de la sabiduría tibetana, la cual bebe de fuentes arias. Las misiones en el Tíbet de la sección Ahnenerbe de las SS, encargada de realizar una variedad de secretos estudios científicos, antropológicos y ocultistas, y el posible hallazgo de cadáveres de tibetanos en el búnker de Berlín en mayo de 1945 parecen confirmar que Hitler compartía estas ideas. Las visitas de Haushofer a la prisión obedecían a que allí compartía celda con Hitler otra personalidad que formaba parte de la Thule: Rudolf Hess. Rudolf Hess había nacido en Alejandría (Egipto) el 26 de abril de 1894 y era hijo de un comerciante bávaro. En 1908 era alumno del “Pädagogium” de Godesberg-am-Rhein. De 1910 a 1914 estudia lenguas extranjeras en la Suiza francesa y luego sigue cursos comerciales en Hamburg. Se enrola como voluntario en el Primer Regimiento Bávaro de infantería al declararse la Primera Guerra Mundial. Herido en 1916. Después de su restablecimiento participa en los combates de Rumanía. Herido nuevamente en 1918. En 1919 se dedica a actividades comerciales, estudios históricos y económicos. Herido nuevamente en 1921 cuando la liberación de Munich. Participa en el ”Putsch” del 9 de noviembre de 1923, compartiendo cautiverio con Adolf Hitler en Landsberg, en 1924. Después de la liberación de Landsberg, Hess llega a ser asistente del profesor de geopolítica alemán Karl Haushofer. siendo su alumno más destacado. Hess encontró a Hitler en Munich en 1920 y quedó impresionado por su carisma. Se afilió al NSDAP y pronto se transformó en su hombre de confianza. Numerosos testimonios hablan de la fuerte amistad entre el Führer y Hess, el único con quien Hitler se tuteaba. Hess era vegetariano, como Hitler, y se hacía preparar las comidas con procedimientos bioclimáticos, siguiendo los preceptos de la medicina homeopática. Ambos compartían el mismo interés por la sabiduría aria presente en las culturas de Asia y por la astrología. Hess tenía un círculo de amigos interesados por el conocimiento oculto y secreto. En la prisión de Landsberg, Hitler y Hess prepararon juntos el libro “Mein Kampf” (Mi Lucha), que recoge una doctrina política cuyas raíces se fundamentan sobre la ariosofía. Desde estos primeros años, el nacionalsocialismo alemán irá adquiriendo cada vez más fuerza hasta convertirse en el único poder de Alemania. 6- El ritual de iniciación Indagando sobre el carácter religioso de la Orden de Thule, examinamos brevemente el ritual de iniciación. Esta velada litúrgica era un evento de etiqueta y mientras los novicios permanecían en una habitación contígua, en la sala de la Logia el Maestro ocupaba su asiento con baldaquín, protegido simbólicamente por dos caballeros con túnica blanca y cascos adornados con cuernos. Enfrente se sentaban el tesorero y el secretario, mientras el heraldo se situaba en el centro de la sala. En el punto opuesto al Maestro, en una zona denominada “Bosque del Grial”, se sentaba el Bardo y delante de éste el Maestro de ceremonias, vestido con un hábito azul. Alrededor se distribuían los hermanos, mientras un órgano y un piano acompañaban musicalmente a un pequeño coro de “elfos de la floresta”. Con una gran solemnidad, se comenzaba con el Tannhauser de Wagner. A la luz de las velas los hermanos se hacían la señal de la esvástica retrógira –en sentido izquierdo– y el Maestro les respondía con el mismo signo. Los novicios eran introducidos en la sala con los ojos vendados, mientras el Maestro les hablaba sobre la visión del mundo ario-germánica de la Orden y se encendía la “sagrada llama del bosque”. El Maestro blandía la lanza de Wotan y los dos caballeros cruzaban sus espadas encima de ella: luego se producían una serie de llamadas y respuestas de reconocimiento acompañadas por el Lohengrin y los novicios prestaban juramento ante la Orden. Se proseguía con rituales en los que se personificaban figuras divinas del panteón germánico, creando así una atmósfera mágica por la que el novicio sellaba su pacto con la Orden. 7- Un miting en Nurenberg Louis Bertrand, académico francés simpatizante con la causa nacionalsocialista (hizo el saludo brazo en alto en la Academia Francesa con ocasión de una sesión de trabajo), ha descrito en su libro dedicado a Adolf Hitler, publicado en 1936, una de las demostraciones del III Reich en Nurenberg: “En el centro de esta enorme explanada, completamente cubierta por tropas armadas, una avenida larga como el lecho de un río que se pierde en las lejanías del horizonte… De pronto, una orquesta wagneriana invisible, llena el espacio de triunfales sonoridades: es la marcha de los Nivelungos… Y he aquí que, desde el fondo de la pradera, a lo largo de la avenida que conduce a la tribuna del Führer, se levanta una franja de púrpura como aquella que anuncia el Sol en el invierno matinal. Veinte mil estandartes se elevan. Acompasado por la música triunfal, el río sube, afluye, se esparce en una vasta capa roja y de repente se detiene con un solo movimiento. Y, con un solo movimiento, los veinte mil estandartes se yerguen, como grandes flores de púrpura, y se inclinan en una salutación unánime, ante la minúscula en la distancia silueta con camisa parda apenas discernible allá arriba, en la cumbre de la tribuna, y que representa el maestro de la Tercera Alemania… Y yo me pregunto qué soberano, qué héroe nacional ha sido aclamado, querido y vitoreado tanto como este hombre, este hombre de camisa parda, que, seguido de su cortejo como un soberano, tiene siempre el aire de un trabajador. Se trata de algo muy distinto a la popularidad; se trata de la religión. Hitler a los ojos de sus seguidores es un enviado, participa de la divinidad”. 8- El Reich de los Mil Años A lo largo de las épocas, iluminados, filósofos y sabios han anunciado el Paraíso Terrestre, o vaticinado el retorno al caos y la destrucción de la ciudad terrestre, verdadero reino de Satanás. En el ámbito de la ideología de los reyes, las profecías anuncian la encarnación de Mitra (divinidad de origen ario-iranio) en un Salvador-Rey que gobernará mil años. En la época medieval, vino a añadirse a estos mitos el del Gran Monarca Imperial, soberano que debía reinar sobre toda la cristiandad e imponer la paz final precediendo sobre la tierra la venida de Cristo Rey. En España, en Francia, y sobre todo en Alemania, hubo monarcas poderosos dispuestos a acoger favorablemente tales predicciones, que sólo podían favorecer las tentativas de restauración imperial. Por el contrario, el Papado siempre ha visto con malos ojos a estos profetas que ponían en peligro sus privilegios y su misión “apostólica”. El “cesaropapismo” fue siempre considerado por Roma como el peor enemigo de la Iglesia. Federico I “Barbarroja”, Federico II (Hohestaufen), Napoleón, están ahí como ejemplo. Tras todo ello se halla el substrato apocalíptico del final de los tiempos que en la leyenda cristiana es recogido principalmente en el libro del Apocalipsis o la Revelación de san Juan que recibiera en la isla de Patmos. En torno a este fin de los tiempos se mueve una espiral de acontecimientos cuyo desarrollo avanza imparable ya hacia el final en el que la tradición aria anuncia al Enviado que vendrá a reinstaurar el Imperium y la edad dorada. Por su parte, la labor milenaria del judío trata de suplantar el Imperator universal ario por el Mesías bíblico. El enfrentamiento entre el emperador y el Papa es un reflejo de esta guerra esencial en el que las más de las veces la Iglesia acaba actuando como instrumento del Sanedrín Secreto. En el curso de los cuatro siglos que van desde el año 1000 al 1400 hallamos en el bando del Imperator juntos a cátaros, valdenses y gibelinos. Federico II, emperador desde 1220 a 1250, había sido preparado y elegido por los templarios en San Juan de Acre hacia 1228 para llevar a cabo la instauración del reino mesiánico universal. Pero el plan fracasó, porque Federico II, a diferencia de sus antecesores, supo acceder al conocimiento sutil del esoterismo, llegando a conocer el verdadero “secreto”, el plan mesiánico de los templarios. Fue así como acabó rechazando sus planes y enfrentándose a ellos. Emperador de Alemania, rey de los romanos, rey de Sicilia, rey de Jerusalén, Federico II de “Hohestaufen” fue un soberano prestigioso. Su gran inteligencia acabaría convirtiéndolo en enemigo irreductible del papado. Se inició en la gnosis y buscaba la llave de las cosas ocultas por la búsqueda del conocimiento a través de la historia del Graal y del conocimiento antiguo. Mostró interés por el sufismo islámico, hablaba varias lenguas, entre ellas el árabe y el griego. Tras la muerte de Federico II (1250), la leyenda se centró en él, recordándole como el emperador dormido que aguarda en el interior de una montaña el tiempo de despertar y de restituir el imperium. Luego, en el siglo XVI, el emperador dormido se convirtió en Federico Barbarroja. “Desde entonces, para los alemanes, el emperador prometido duerme en las profundidades de una gruta de Turingia. Está sentado ante una mesa de piedra, y, dado que duerme, su barba rodea ya varias veces el contorno de la mesa. En ocasiones se despierta para preguntar al pastor que le vela: “¿Vuelan todavía los cuervos alrededor de la montaña?”, y el pastor responde tristemente: “Sí.” El emperador reemprende entonces el sueño secular, esperando el día en que conducirá a Alemania a la cabeza de todos los otros pueblos”. “Entonces, el Reich que durará mil años abarcará toda Europa”, como subraya Eric Muraise, “la leyenda del emperador dormido adquirirá una nueva magnitud cuando se apoye en la transposición poética de la leyenda del Graal (Grial), copa santa, cuya revelación purificará y unirá toda la cristiandad desmembrada”. 9- Esoterismo y acción: la toma del poder del nacional socialismo Como hemos visto, el nacimiento del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP) está ligado a la Germanenorden, la cual vino a dar lugar a la Orden de Thule, nombre tomado de la mítica Patria de los hiperbóreos. Hitler y los nacionalsocialistas no desvelaron el secreto de sus actividades ocultistas y el hecho de que su cosmovisión se había nutrido, entre otros, de las ideas de List y Lanz., pero hemos comprobado cómo el movimiento nacionalsocialista es la derivación política de una corriente subterránea u oculta de la historia. Hitler supo utilizar todos estos elementos para, en medio de la desestabilización general, conseguir erigirse en líder y Führer del pueblo alemán. Una filosofía idealista, como el empuje ariosófico y patriótico de la emoción völkisch (popular), pudo así llegar a expresarse en una manifestación vigorosa, entusiasta y desbordante del arquetipo Odín-Wotan. 10- Miguel Serrano y el Hitlerismo Esotérico en la actualidad Miguel Serrano, miembro activo del movimiento nazi chileno, es una personalidad clave en el movimiento nacionalsocialista actual. Nació en 1917, y durante la Segunda Guerra Mundial, fue un activo colaborador del nazismo en Chile. En 1947 viajó a la Antártida en una expedición chilena al continente austral, buscando a los supervivientes del nazismo. Entre 1953 y 1962, ejercería como embajador de Chile en la India, donde se convirtió en un experto en las tradiciones, leyendas y ocultismo tibetanos. Más tarde llevaría la embajada chilena en Yugoslavia, de 1962 a 1964, con acreditación en Rumanía y Bulgaria y posteriormente sería embajador chileno en Austria, de 1964 a 1970. Serrano, además fue el representante diplomático de Chile en el Organismo Internacional de Energía Atómica en Viena, y en el Organismo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Industria. Conoció a Julius Évola y mantuvo una buena amistad con Indira Gandhi, Herman Hesse y C. G. Jung, entre otros. Su relación con el Dalai Lama, a quien recibió en India cuando este escapaba de la invasión marxista del Tíbet, raya en la “hermandad espiritual”. No es de extrañar, por tanto, que cuando el máximo representante del budismo visitó Chile, en 1992, se saltara todo el protocolo para acudir a abrazar efusivamente a Miguel Serrano en el Aeropuerto de Santiago, ante la comprensible incomodidad de las autoridades chilenas. La trilogía de Serrano: “El Cordón Dorado”; “Adolfo Hitler, el último Avatara” y “Manu, el hombre que vendrá”, se han convertido en la fuente de inspiración para nuevos colectivos nacionalsocialistas en la actualidad, grupos que pretenden heredar el esoterismo, el misticismo y el heroísmo de la Waffen-SS, los caballeros teutones y su sagrada misión de reencontrar las Fuentes del Conocimiento. En una entrevista (revista AÑO CERO, marzo de 2003), a la pregunta de “¿Cómo describiría la dimensión mística del Führer?”, Serrano contesta que “Tal y como lo hizo el profesor Jung, quien comparó a Hitler con Mahoma. También como Savitri Devi, quien lo declaró un avatara. Krishna fue un avatara; hay quienes afirman que también lo fue Buda. Es decir, como la encarnación de una divinidad que viene a abrir o cerrar una época en la historia de la humanidad.” HITLER, "EL FÜHRER DE LA RAZA ARIA"

Hitler y los Perros


Recuerdo que en una de las peores películas sobre Hitler, sino la peor, "Hitler el Reinado del Mal", protagonizada por Robert Carlyle, hay una escena en la que se ve a un Hitler enfurecido latigando a un perro. Sencillamente esto es una falacia absoluta. Es de sobra conocido el amor que Hitler sentía hacia los perros. Tanto es así que durante la guerra las familias con perro tambien tenían una cartilla de racionamiento para sus canes. Recuerdo que la escena del film me produjo mucha indignación, por ser absolutamente falsa. Hitler tuvo perros casi siempre. El primer perro del que tengo constancia fue Foxl y fue durante la I Guerra Mundial. Pero dejemos a Hitler que nos hable de aquel perro:

"Es enorme lo que he querido a aquel bicho. Nadie podía tocarme sin que Foxl se pusiera furioso. No seguía a nadie más que a mi. Cuando volvía después de dos días de ausencia ya no quería separarse de mi. En la trinchera todo el mundo le quería. Durante las marchas, corría alrededor de nosotros, observándolo todo: no se le escaba nada. Lo compartía todo con él. Por la noche se acostaba a mi lado. ¡Y pensar que me lo robaron! No habría podido separarme de él. En mi vida he podido vender un perro. Me acuerdo: fue antes de llegar a Colmar. El ferroviario que quería conseguir a Foxl pasó dos veces por el vagón y me ofreció doscientos marcos. "Aunque me diera cien mil, no lo tendría usted". Al bajar en Harpsheim , me apercibo súbitamente de que el perro ha desaparecido. La columna se pone en marcha. ¡Me era imposible quedarme detrás! Estaba desesperado. El sinvergüenza que me robó mi perro no sabe lo que me hizo."

Como se puede observar, nada que ver con la escena de la película.
El siguiente perro en la vida de Hitler fue Muck, que se lo regalaron en 1921. Habla Hitler:

"Estaba tan triste con el recuerdo de su antiguo amo, que no podía acostumbrarse a mi. Decidí separarme de él. Su nuevo dueño se había alejado unos pasos solamente cuando le abandonó y vino a refugiarse a mi lado poniéndome las patas sobre los hombros. Entonces me quedé con él. 

Sí es cierto que Hitler daba prioridades también a los perros dependiendo de su raza. A Eva Braun le regaló dos perros terrier escoceses negros pero prohibió la distribución de fotografías en las que aparecía con ellos. Se solía burlar de los perros de Eva Braun. Sin embargo permitía a Eva tenerlos en su salón, lo que motivaba que su perra favorita, Blondie, tuviera que quedarse encerrada. Cuando lograba ablandar a Eva le pedía permiso para traer a Blondie y retirar los dos canes de Eva. Resulta curioso que Hitler pidiera permiso a alguien para hacer algo.
Efectivamente, Blondi fue el pastor alemán favorito y más conocido de Hitler. Sentía verdadera pasión por ella. Incluso Hitler tenía un jefe de perros, el sargento Tornow, que era el único autorizado a pasearla. Hitler jugaba mucho con Blondi y le gustaba que los demás vieran lo inteligente que era. La perra era capaz de hacer piruetas que dejaban maravillados a los invitados de Hitler. Le decía "Blondi, ¡canta!" y la perra se ponía a aullar. Cuanto más le alababa Hitler, más aguda era la voz de la perra. Cuando la perra cantaba con voz grave, Hitler le decía "Blondi, canta más grave, como Zarah Leander" y la perra aullaba tan grave como un lobo.

"Es el perro más inteligente que conozco. A veces juego con ella a la pelota en mi despacho. A veces lanza la pelota debajo del armario y tengo que ir a la chimenea y recogerla con el atizador... tengo miedo de que se rompa las patas en el suelo de parqué, por eso no ya no juego con ella."

Hitler por las mañanas daba un paseo con Blondi. Mandó construir una pista de obstáculos para hacerle correr. Según Christa Schroeder, esa era la única distracción de Hitler.

Hitler intentó aparear a Blondi en varias ocasiones. La primera vez lo intentó con el perro de la viuda de Troost pero no hubo forma. La segunda vez, esta vez con éxito, se apareó con el perro de Alfred Rosenberg y Blondi parió ocho cachorros, pero solo sobrevivieron tres. Al más fuerte de ellos lo bautizó con el nombre de Wolf, como le gustaba ser llamado a si mismo. Pero esto sucedió ya al final de la guerra. Durante el mes de abril de 1945 era habitual ver a Hitler jugar con Wolf, que se había convertido en su cachorro favorito.

Blondi estuvo enferma en 1943 cuando contrajo una enfermedad contagiosa. Hitler hizo llevar a su perra a una clínica veterinaria privada de Munich e hizo llevar a la clínica huevos, carne y manteca para su perra. Cada mañana llegaba un informe sobre su salud que su ayuda de cámara le leía. Si el informe no era muy bueno, Hitler se mostraba muy preocupado. Pero la perra se reestableció.

Para reafirmar el caracter diabólico de Hitler se ha dicho que mandó probar el veneno con el cual se iba a suicidar primero con Blondi. Efectivamente fue así. Pero no solo para probar su eficacia sino porque Hitler sabía que Blondi sin su presencia estaba perdida. Imaginémonos que la perra hubiera caido en manos de los rusos. Estoy seguro de que habría sido un botín con muy poco futuro.

El destino de los perritos de Eva Braun es poco conocido. Negus murió en Berlín al estallar una granada soviética. Stasi, el otro perrito, se encontraba en el Berghof al final de la guerra. En medio de toda la confusión que reinaba en la casa de Hitler, el perrito escapó y nadie sabe cómo logro recorrer más de 100 kilómetros hasta Munich. Un vecino se apiadó del animalito y le dio de comer. Pero después desapareció. Como Hitler y Eva Braun.

Hitler y la Niña Berneli

Hitler adoraba a los niños. Siempre que estaba de buen humor, hacia salir a los niños de la multitud que le aclamaba y les obsequiaba con pasteles. Su fotografo publicó un libro llamado "Hitler entre los niños". De entre todos esos muchos niños una niña llamó la atención del Führer. La niña se llamaba Berneli y Hitler pidió permiso a su madre para que la volviese a llevar alguna vez. La pequeña se convirtió en la preferida de Hitler. Hoffmann les fotografió a menudo. Las fotografías son ciertamente encantadoras. En ellas se ve a un Hitler entusiasmado con la pequeña, en los jardines y la pequeña también parece disfrutar en compañía del poderoso lider. Sin embargo un miembro celoso del partido que conocía a la familia de la niña le contó a Bormann que la niña no era de raza aria pura. Así que Bormann se encargó de decir a la madre de la niña que no debían volver más a ver al Führer. Además Bormann comunicó a Hoffmann que la niña debía desaparecer de las fotos publicadas junto a Hitler. El fotografo se enojó tanto que terminó por contar el asunto a Hitler. Al Führer le apenó mucho no poder disfrutar de sus inocentes placeres. David Irving también cuenta esta anécdota en su web. Puedes verla pinchando aqui. En las fotografías de abajo, Hitler junto a la pequeña Berneli.
Fuente: "Yo fui amigo de Hitler" de Heinrich Hoffmann
A petición de un lector, voy a tratar el aspecto de Hitler durante la I Guerra Mundial. Se trata en efecto de un periodo muy importante en la vida del futuro Führer, que le marcó no solo en lo personal, sino que determinó también su futuro político y, por tanto, el futuro de la humanidad. La contienda dejó tanta huella en Hitler que durante sus tertulias era un tema muy habitual. En todo caso, la I Guerra Mundial marcó también la vida de varias generaciones de alemanes. Cuando estalló la guerra, Hitler vivía plácidamente en Munich. Hitler se encontraba feliz en la ciudad bávara. En Mi Lucha dijo "si hoy tengo predilección por Munich, como por ningún otro lugar en el mundo, es sin duda porque esta ciudad está indisolublemente ligada a la evolución de mi propia vida." Como sabemos, Hitler era de nacionalidad austriaca y no ingresó nunca en su ejército. Fue esquivando ese ingreso con éxito. Hitler detestaba el Estado de los Habsburgo:

Mi antipatía contra el estado de los Habsburgo creció cada vez más en aquella época. Estaba convencido de que este estado tenía que oprimir y poner obstáculo a todo representante verdaderamente eminente del germanismo y sabía también que, inversamente, favorecía toda manifestación anti-alemana. Repugnante me era el conglomerado de razas reunidas en la capital de la monarquía austriaca, repugnante esa promiscuidad de checos, polacos, húngaros, rutenos, servios, croatas, etc, y, en medio de todos ellos...
Así pues, cuando estalló la guerra Hitler envió una petición personal al rey Luis III para que le permitiera alistarse como voluntario en su ejército. Y lo consiguió. "Debía, pues, comenzar para mi, como por cierto para todo alemán, la época más sublime e inolvidable de mi vida."

Al comienzo, Hitler hizo la instrucción militar en el Segundo Regimiento de Infantería de Baviera, en Múnich.  Al poco tiempo ya partió hacia el frente. Hitler se encontraba feliz de poder servir a la patria, pero también pensaba en la muerte, como lo demuestra el hecho de que escribió una carta a su casero pidiéndole que si llegaba a morir entregara sus posesiones a su hermana. Lo cierto es que nada más entrar en combate, Hitler esquivó a la muerte de manera milagrosa. Es algo que le ocurriría durante el resto de su vida: salvarse milagrosamente de la muerte en los más peligrosos momentos. Su primer contacto con el frente le sirvió a Hitler para recibir su primera condecoración: La Cruz de Hierro de Segunda Clase:

"Fue el día más feliz de mi vida. Desgraciadamente, mis camaradas, que también se ganaron la condecoración, están casi todos muertos." Además, fue ascendido a cabo. No solo eso: Hitler se ganó el respeto de los oficiales y de los soldados.  Ya desde el comienzo de la guerra Hitler fue designado como mensajero del regimiento, una labor ciertamente peligrosa. Sin embargo, a pesar del sangriento comienzo, la guerra de trincheras dispuso que Hitler dispusiera de tiempo libre para pintar. Se llevó los utensilios y pintó muchas acuarelas. 

John Toland da una descripción del soldado Hitler:
"A pesar de sus peroratas contra el fumar y beber, Adi era apreciado por la mayoría, pues se podía contar con él en los momentos críticos. Jamás abandonaba a un camarada herido ni se fingía enfermo cuando llegaba el momento de emprender una misión peligrosa. Además, era un buen compañero durante las largas y tediosas horas que pasaban esperando a entrar en combate. El hecho de ser artista aumentaba su popularidad entre los camaradas del cuartel. Dibujaba postales que ilustraban momentos cómicos de la vida que llevaban. Una vez, por ejemplo, un soldado mató un conejo para llevárselo a casa cuando estuviese de permiso, pero partió con un paquete que contenía un ladrillo que alguien había cambiado por el animal. Hitler envió a la víctima de la broma una postal con dos dibujos: uno representaba a un soldado desenvolviendo un ladrillo en su casa,  y el otro a su amigos del frente comiéndose el conejo."

Fue durante ese tiempo en que Hitler adoptó un pequeño terrier blanco, que pertenecía a un soldado inglés. Hitler adoptó al perrito y consiguió que se adaptara a él. Le llamó "Foxl" (zorrito) y le enseñó a hacer muchos números circenses. El perrito no se separaba de su amo, con quien dormía incluso. Hitler no olvidó nunca a su perro:
 Es enorme lo que he querido a aquel bicho. Nadie podía tocarme sin que Foxl se pusiera furioso. No seguía a nadie más que a mi. Cuando llegó la guerra de gases, no pude continuar llevándolo a las primeras filas. Eran mis compañeros los que le daban de comer. Cuando volvía después de dos días de ausencia, ya no quería separarse de mi. En la trinchera todo el mundo le quería. Durante las marchas corría alrededor de nosotros, observándolo todo: no se le escapaba nada. Lo compartía todo con él. Por la noche se acostaba a mi lado. ¡Y pensar que me lo robaron! Hice el proyecto, si salía vivo de la guerra, de proporcionarle una compañera. No habría podido separarme de él. Nunca en mi vida he podido vender un perro. Foxl era un verdadero perro de circo. Conocía todos los trucos... terminé por enseñarle de todo: saltar obstáculos, subir por una escalera de mano, bajar de ella. Lo esencial es que un perro  duerma siempre al lado de su amo. Cuando debía marchar a las primeras líneas y el combate era fuerte, le ataba en la trinchera. Mis compañeros me decían que no se interesaba por nadie durante mi ausencia. Hasta de lejos me reconocía. ¡Qué entusiasmo desplegaba en mi honor!
En 1916 el regimiento de Hitler se trasladó hacia el sur, para comenzar la batalla del Somme. Fue una batalla terrible que costó miles de vidas y que no sirvió de nada, ya que la situación de ambos ejércitos era la misma que cuando empezó la batalla. Miles y miles de vidas se perdieron y los alemanes no cedieron. Hitler siguió saliendo ileso de muchas peligrosas misiones. Sin embargo, la noche del 7 de octubre, mientras dormía, su buena suerte le abandonó. Un obús estalló cerca de su lugar y arrojó a todos los mensajeros unos sobre otros. Hitler resultó herido en el muslo, pero a pesar de todo intentó convencer a sus jefes para continuar en el frente. Sin embargo le trasladaron a un hospital de campaña. Fue su primera herida. Fue trasladado a Alemania a un hospital militar situado al suroeste de Berlín. Allí pudo disfrutar de muchas comodidades y en cuanto pudo caminar se fue a pasar un fin de semana a Berlín. Tras dos meses le dieron el alta y fue destinado a un batallón de reserva de Munich. Sin embargo, no se encontraba a gusto en la ciudad. Todo le resultó muy cambiado y ansiaba ver a sus compañeros del frente. 

Sin embargo, las visitas de Hitler a Alemania durante la I Guerra Mundial le sirvieron para hacerse a una idea de la situación:Restablecido, en cuanto pude caminar, se me dio permiso para trasladarme a Berlín. Pobreza amarga se revelaba en todas partes. La ciudad de los millones de habitantes padecía hambre. Dominaba el descontento. En los sitios frecuentados por soldados el estado de ánimo era parecido al que reinaba en el hospital. Se recibía la impresión de que aquellos elementos buscaban deliberadamente esos lugares para propagar su pesimismo. Aún mucho más decepcionantes eran las circunstancias de Munich. Creí no volver a reconocer aquella ciudad, cuando después de abandonar el hospital de Beelitz fui destinado allí aun batallón de reserva. Por doquier: malhumor, decaimiento, vituperios. Hasta en el mismo batallón se notaba una depresión profunda...
A pesar de haber demostrado valor en el combate y merecer un ascenso, Hitler continuó con el grado de cabo. Toland encuentra una explicación diciendo que "más importante era que, como mensajero, no podía ascender a una categoría superior a la de cabo. Si lo promovían, tendría que renunciar a las tareas que prefería, y la unidad perdería a uno de sus mejores correos."

En 1917 Hitler obtuvo un permiso que disfrutó viendo Bruselas, Colonia, Leipzig, ciudad esta última que gustó mucho a Hitler. Después pasó varios días en Dresde, antes de viajar a Berlín, que le impresionó mucho:

La ciudad es maravillosa; una verdadera capital mundial. El tráfico sigue siendo tremendo. Me paso casi todo el día fuera. Ahora tengo por fin la oportunidad de estudiar un poco mejor los museos. En resumen: no falta nada.
Después volvió al frente, donde Hitler tuvo mucho tiempo para leerLa guerra lo obliga a uno a pensar profundamente acerca de la naturaleza humana. Cuatro años de guerra equivalen a treinta años de formación universitaria en lo que respecta a los problemas de la vida. No había nada que detestase más que la basura literaria. Cuando nos preocupamos por el destino de la humanidad, sólo podemos leer a Homero y obras evangélicas. En los últimos años de guerra leía a Schopenhauer y volvía a él una y otra vez. Después pude prescindir del evangelismo, aunque Cristo fue un auténtico luchador. Pero poner la otra mejilla no es una receta muy recomendable para el frente.

Para comprender la decepción que supuso para Hitler el termino de la I Guerra Mundial hay que comprender que durante el año 1917 los alemanes estaban convencidos de poder ganar la guerra. En marzo se firmó la paz con los soviéticos. Esto supuso para Hitler una alegría ya que parecía que la victoria estaba más cerca. A partir de entonces, Hitler participó en todos los ataques dirigidos por Ludendorff: en Somme, en el Aisne y en Marne. Hitler tenía un espíritu ganador, estaba optimista. En una de sus incursiones en el frente Hitler logró ver en una trinchera algo que le pareció un casco francés. Se acercó arrastrándose y sacó su pistola. Entonces Hitler comenzó a gritar como si estuviera con toda una compañía de soldados y de esta forma pudo entregar sus cuatro prisioneros él solo. Un compañero recordó:

- No había circunstancia ni ocasión que le impidiera ofrecerse voluntario para las tareas más difíciles, arduas y peligrosas, y siempre estaba dispuesto a sacrificar vida y tranquilidad por su patria y por los demás. 

Así pues, el 4 de agosto Hitler recibió la Cruz de Hierro de primera clase. En el motivo de la concesión constaba:

"Por su valentía personal y sus méritos generales"

Además de esta condecoración y de la Cruz de Hierro de segunda clase, Hitler recibió las siguientes condecoraciones:

- El 17 de septiembre de 1917 la Cruz Militar de tercera clase con espadas.
- El 9 de mayo de 1918 el Regimentsdiplom por su valentía.
- El 18 de mayo de 1918 la medalla a los heridos.
- El 25 de agosto de 1918 la medalla al servicio de tercera clase.

Cuatro días después de recibir la Cruz de Hierro, un contraataque aliado fracturó las líneas alemanas en Amiens. A partir de entonces, la situación política de Alemania cambió. Hitler lo explica en Mi Lucha:

En el verano de 1918 notábase una pesada atmósfera en todo el frente. La discordia reinaba en la patria. ¿Y por qué? Múltiples rumores circulaban en los diversos sectores de las tropas del ejército en campaña. Se decía que la guerra no tenía perspectivas y que solo los locos podían confiar todavía en la victoria; que el pueblo alemán no tenía interés en mantener la resistencia y que únicamente los capitalistas y la monarquía estaban interesados en ello. Todo esto venía desde la patria y era comentado en el frente... Mi punto de vista personal fue firme desde el primer momento: odiaba profundamente a toda esa caterva de miserables situacionistas políticos. Hacía mucho tiempo que veía claramente que esos sujetos no perseguían el bienestar dela nación, sino simplemente el propósito de llenar sus bolsillos. Y el hecho de que ellos fuesen capaces de sacrificar a todo el pueblo y si era necesario llevar también a Alemania a la ruina, hizo que yo los considerase, ya desde entonces, maduros para la horca. Ceder ante sus deseos implicaba sacrificar los intereses del pueblo trabajador en provecho de un grupo de timadores, y satisfacerlos solo era posible al precio de renunciar a Alemania. Así pensaba -como yo- la gran mayoría del ejercito en campaña.
El regimiento de Hitler se dirigió por tercera vez a la zona de Ypres. Se atrincheraron en los campos y las colinas cercanos a Comines. La mañana del 14 de octubre Hitler quedó cegado por el gas. En esa situación, cegado por completo, recibió Hitler la noticia de que Alemania se disponía a rendirse. Las secuelas del ataque con gas fueron muy dolorosas para Hitler, aunque mucho más doloroso para él fue el armisticio. Él había lo había dado todo y ahora se encontraba en esa bochornosa situación.


A partir de entonces, la historia es bien conocida. Probablemente sin la capitulación alemana, ahora no estaríamos hablando de Hitler.

Bibliografía: Adolf Hitler (Toland)
Mi Lucha (Adolf Hitler)
Conversaciones (Adolf Hitler)

No hay comentarios:

Publicar un comentario